ALONSO, Fernando (1993), El hombrecito vestido de gris y otros
cuentos, Alfaguara, Madrid.
El hombrecito
vestido de gris y otros cuentos es una fantástica recopilación de relatos
breves de Fernando Alonso que claman a favor de un mayor protagonismo en la
escena literaria del postfranquismo que la simplista categorización como obra
para niños. Con cada una de las poderosas narraciones, el lector tiene la
sensación de haber aterrizado en un universo cercano al realismo mágico de
García Márquez gracias al natural y espontáneo estilo del autor y a su
facilidad en cuanto a la integración de recursos literarios más propios de la
“literatura no infantil”, como la personificación, la metáfora o la sinestesia.
Por un lado, es necesario destacar que todos los cuentos
nos remiten a un contexto
sumamente humano, a pesar de que los protagonistas puedan no serlo,
como ocurre en El barco de plomo, El viejo reloj, El barco en la botella, El
espantapájaros y el bailarín y La
pajarita de papel. En los que sí (El
hombrecito vestido de gris y El
guardián de la torre), la metáfora podría ser identificada con una realidad
casi tremendista. Resulta evidente que una lectura profunda de estos cuentos
hace emerger temáticas tan poco apropiadas para un público infantil como puedan
serlo los regímenes autoritarios, la falta de libertades y la supremacía de
ciertos estratos de la sociedad sobre otros más débiles.
Sin embargo, estas narraciones podrían tener la facultad
de quedarse ahí, en el subconsciente, por lo que tampoco debería resultar
descabellado leérselas a un pequeño infante que se encuentra dando sus primeros
pasos por el mundo. Son historias que poseen enérgicas moralejas o, al menos,
advertencias sobre individuos no muy altruistas que vagan por la sociedad
(perfectamente representados en El
guardián de la torre y El
espantapájaros y el bailarín). Aunque también lo humano se encuentra detrás
de lo inanimado, con un estilo cercano a las fábulas animalísticas de Esopo y
Samaniego, en cuentos como El barco en la
botella o La pajarita de papel,
en los que los objetos son los protagonistas que intentan alcanzar la felicidad
en un entorno acorde a su espíritu, ya sea mediante la búsqueda de libertad o
de compañía.
El tema de la solidaridad es, al fin y al cabo, el nexo
de unión entre todos los relatos, siempre con el fin de mejorar la sociedad y,
a través de esta, el mundo entero, como se hace especialmente patente en Los árboles de piedra, cuyo protagonista
es ese terreno árido y empedrado donde solo son capaces de sobrevivir los
pétreos corales, recogidos por el pueblo en su conjunto a modo de remedio
homeopático contra la tristeza de los niños.
La facultad de cooperación, de trabajo en equipo, de unión ante la
adversidad son, en efecto, algunas de las temáticas más importantes de la obra,
aunque un lector avezado pueda ir más allá, incluyendo el hecho de que se
puedan extraer diversas interpretaciones de un mismo tema o de que pueda
resultar ambiguo el estilo de la obra con la materia general que trata la
misma. Y esto es lo que al fin y al cabo enriquece las diversas posibilidades
de aplicación pedagógica de los cuentos en el aula, para cualquier nivel, para
cualquier edad.
En primaria, no siendo quizá posible extraer una lectura
profunda de la obra, sí que resultaría adecuada para practicar el factor oral,
tanto en su codificación como en su decodificación, gracias a la sencillez del
estilo de Alonso y al empleo de un vocabulario límpido, perfectamente
interpretable por niños de más de 5 años. Del mismo modo sería útil para las
observaciones primerizas de los procesos de adjetivación y derivación, así como
para empezar a que los alumnos identifiquen y consigan distinguir las diversas
interpretaciones semánticas (los rasgos positivos y negativos del texto)
mediante la activación de su horizonte metacognitivo.
En la secundaria, a pesar de que pudiera parecer más
sencilla su introducción en el aula, la aplicación didáctica de esta obra es
todo un reto para el profesional docente. Por un lado, tendríamos que lidiar
con los alumnos más jóvenes que rechazarían su lectura por la forma infantil
que Alonso ha querido otorgarle a los textos. Por otro, en niveles superiores, resultaría
un arduo trabajo que los estudiantes valoraran las narraciones en toda su
complejidad, así como dieran cuenta de las temáticas más importantes de la
obra.
Los alumnos de bachillerato, sin embargo, podrían ser el
destinatario perfecto para la aplicación pedagógica de la obra de Fernando
Alonso. El cuento de El hombrecito
vestido de gris puede dar mucho juego para alumnos entre 16 y 18 años. De
modo similar a la práctica que hicimos en clase, podemos pedir a nuestros
alumnos que reflexionen (ya sea a modo de debate o por escrito) sobre los dos
finales que aporta el autor para el cuento, así como observar las temáticas
principales que expone implícitamente. También podemos proponer un ejercicio de
creación en que los estudiantes hablen de un tema serio en una composición con
un estilo infantil, de la misma manera que Fernando Alonso lo hace en sus
cuentos.
Porque, como ya sabemos, el objetivo de cualquier
aplicación didáctica de la LIJ en el aula es que los alumnos terminen desarrollando
las Competencias Básicas que les aseguren su formación integral como ciudadanos
competentes, pues juntos conformarán la futura sociedad de nuestro planeta.
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