BENAVENTE, Jacinto (2010): El
príncipe que todo lo aprendió en los libros, Barcelona,
Juventud, 80p.
EL REY: ¿Estás
desengañado? ¿Aprendiste que la vida no es un cuento de hadas?
EL PRÍNCIPE: No;
al contrario. Vi realizados todos mis sueños, porque creía en
ellos.
En esta obra el Príncipe Azul
nos enseña que es posible que lo maravilloso, lo mágico y todo lo
deseado por el ser humano formen parte de nuestras vidas.
Prácticamente, el error está en el cierre de visión. Ya que la
fantasía es simplemente otra perspectiva de la realidad.
Un canto a esta concepción de la
vida lo encontramos en la pieza teatral El príncipe que todo lo
aprendió en los libros de Jacinto Benavente (1866-1954). La obra
de Benavente ha tocado los más diversos géneros y temas; aunque
cabe decir que destacó en el teatro, género por el que se le
concedió el Premio Nobel en 1922. Así pues, El príncipe que
todo lo aprendió en los libros es la consecuencia de un autor
prolífico, de una manera de hacer literatura que apunta hacia muchas
partes y que, en esta ocasión, está enfocada a un público joven,
al que dedica un tema trascendental: la interpretación de la
realidad.
En esta obra, El Rey y La Reina
mandan a su hijo, el Príncipe Azul, para que emprenda un viaje en el
que, a modo de iniciación, rechace su cosmogonía fantástica por
una visión científica y práctica de la realidad. Finalmente, a
pesar de los distintos avatares, el príncipe interpretará todas sus
experiencias a partir de las lecturas que ha hecho de los cuentos de
hadas.
De esta manera, el príncipe
emprende su viaje acompañado de Tonino y el preceptor. Nada más
iniciar el viaje, se encuentran en una bifurcación de caminos.
Mientras el preceptor espera en el cruce, Tonino toma el camino que
considera bueno por su apariencia y el príncipe elige el otro por
conocer, a través de la mitificación de los cuentos de hadas, que
detrás de las buenas apariencias se esconden cosas terribles.
Ambos hacen su camino y el
príncipe topa con la vieja, a la que transforma a través de su
fantasía en un hada. Este personaje se apiada de la inocencia del
príncipe y evita que los leñadores lo saqueen. Por otra parte,
Tonino llega a la casa del ogro y la bella, donde más tarde llegan
el príncipe, la vieja y el preceptor. Una vez allí, los
conocimientos del príncipe mitifican al ogro, por lo que decidirá
enfrentarse a él. Sin embargo, el ogro no resulta ser del todo lo
que el príncipe imagina y, simplemente, éste echa a todos de su
casa por sus atrevimientos.
Posteriormente, la vieja decide
llevarles a un lugar donde, según ella, el príncipe encontrará la
fortuna. Llegan al palacio del rey Chuchurumbé y sus tres hijas. El
príncipe decide casarse con una de ellas, la más joven, tal como
sucede en los cuentos, pero por consejo de la vieja rectifica y hace
un análisis de cada una de ellas, finalmente, se casa con la segunda
hija. Para terminar, acuden el rey y la reina a este escenario para
revisar el aprendizaje de su hijo, sin embargo, éste confiesa que
gracias a permanecer fiel a su visión fantástica ha alcanzado la
felicidad.
En cuanto a
la estructura, el espacio escénico en que se sitúa esta obra se
nutre tanto de la tradición cuentística como de la tradición
teatral. Por un lado, lugares como la bifurcación de caminos, la
casa del ogro, etc. son espacios típicos de los cuentos. Y a su vez,
la sobriedad de las acotaciones confían al director y al escenógrafo
la tarea de interpretarlo, por tanto, es un espacio posible de ser
representado. Por otra parte, la experiencia del príncipe y su
aprendizaje empiezan en un palacio y acaban en otro, de esta forma,
la acción queda cerrada espacialmente. En cuanto al tiempo, la
duración y la situación quedan envueltas en la fantasía.
Jacinto
Benavente recrea el choque entre el pensamiento fantástico y el
pensamiento racional desde un universo para niños. Trama, tiempo,
espacio, personajes, todo gira en torno a un universo inocente e
ingenuo que intenta reflejar la visión del niño tanto en la forma
como en el contenido del hecho teatral. Sin embargo, la profundidad
psicológica de los temas dota al texto de un interés apto para
diversas edades.
Por tanto,
El príncipe que todo lo aprendió en
los libros es una obra ideal para
los alumnos del último ciclo de primaria o primer ciclo de
secundaria. El uso de este texto en las aulas sería de provecho
porque la lectura de esta obra permitirá que se trabaje la capacidad
lectora de los alumnos ya que las situaciones se prestan a la
confirmación o refutación de inferencias. Así también, la
comicidad del texto y las diversas lecturas que se pueden hacer de la
obra están al servicio del disfrute del neolector. Además, al
tratarse de una obra de teatro, su representación o dramatización
favorecerá que se trabajen aspectos como la oralidad, la
comunicación no verbal, la comprensión lectora y la creatividad,
entre otras.
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