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viernes, 23 de enero de 2015


BENAVENTE, Jacinto (2010): El príncipe que todo lo aprendió en los libros, Barcelona, Juventud, 80p.

EL REY: ¿Estás desengañado? ¿Aprendiste que la vida no es un cuento de hadas?
EL PRÍNCIPE: No; al contrario. Vi realizados todos mis sueños, porque creía en ellos.

En esta obra el Príncipe Azul nos enseña que es posible que lo maravilloso, lo mágico y todo lo deseado por el ser humano formen parte de nuestras vidas. Prácticamente, el error está en el cierre de visión. Ya que la fantasía es simplemente otra perspectiva de la realidad.
Un canto a esta concepción de la vida lo encontramos en la pieza teatral El príncipe que todo lo aprendió en los libros de Jacinto Benavente (1866-1954). La obra de Benavente ha tocado los más diversos géneros y temas; aunque cabe decir que destacó en el teatro, género por el que se le concedió el Premio Nobel en 1922. Así pues, El príncipe que todo lo aprendió en los libros es la consecuencia de un autor prolífico, de una manera de hacer literatura que apunta hacia muchas partes y que, en esta ocasión, está enfocada a un público joven, al que dedica un tema trascendental: la interpretación de la realidad.
En esta obra, El Rey y La Reina mandan a su hijo, el Príncipe Azul, para que emprenda un viaje en el que, a modo de iniciación, rechace su cosmogonía fantástica por una visión científica y práctica de la realidad. Finalmente, a pesar de los distintos avatares, el príncipe interpretará todas sus experiencias a partir de las lecturas que ha hecho de los cuentos de hadas.
De esta manera, el príncipe emprende su viaje acompañado de Tonino y el preceptor. Nada más iniciar el viaje, se encuentran en una bifurcación de caminos. Mientras el preceptor espera en el cruce, Tonino toma el camino que considera bueno por su apariencia y el príncipe elige el otro por conocer, a través de la mitificación de los cuentos de hadas, que detrás de las buenas apariencias se esconden cosas terribles.
Ambos hacen su camino y el príncipe topa con la vieja, a la que transforma a través de su fantasía en un hada. Este personaje se apiada de la inocencia del príncipe y evita que los leñadores lo saqueen. Por otra parte, Tonino llega a la casa del ogro y la bella, donde más tarde llegan el príncipe, la vieja y el preceptor. Una vez allí, los conocimientos del príncipe mitifican al ogro, por lo que decidirá enfrentarse a él. Sin embargo, el ogro no resulta ser del todo lo que el príncipe imagina y, simplemente, éste echa a todos de su casa por sus atrevimientos.
Posteriormente, la vieja decide llevarles a un lugar donde, según ella, el príncipe encontrará la fortuna. Llegan al palacio del rey Chuchurumbé y sus tres hijas. El príncipe decide casarse con una de ellas, la más joven, tal como sucede en los cuentos, pero por consejo de la vieja rectifica y hace un análisis de cada una de ellas, finalmente, se casa con la segunda hija. Para terminar, acuden el rey y la reina a este escenario para revisar el aprendizaje de su hijo, sin embargo, éste confiesa que gracias a permanecer fiel a su visión fantástica ha alcanzado la felicidad.
En cuanto a la estructura, el espacio escénico en que se sitúa esta obra se nutre tanto de la tradición cuentística como de la tradición teatral. Por un lado, lugares como la bifurcación de caminos, la casa del ogro, etc. son espacios típicos de los cuentos. Y a su vez, la sobriedad de las acotaciones confían al director y al escenógrafo la tarea de interpretarlo, por tanto, es un espacio posible de ser representado. Por otra parte, la experiencia del príncipe y su aprendizaje empiezan en un palacio y acaban en otro, de esta forma, la acción queda cerrada espacialmente. En cuanto al tiempo, la duración y la situación quedan envueltas en la fantasía.
Jacinto Benavente recrea el choque entre el pensamiento fantástico y el pensamiento racional desde un universo para niños. Trama, tiempo, espacio, personajes, todo gira en torno a un universo inocente e ingenuo que intenta reflejar la visión del niño tanto en la forma como en el contenido del hecho teatral. Sin embargo, la profundidad psicológica de los temas dota al texto de un interés apto para diversas edades.
Por tanto, El príncipe que todo lo aprendió en los libros es una obra ideal para los alumnos del último ciclo de primaria o primer ciclo de secundaria. El uso de este texto en las aulas sería de provecho porque la lectura de esta obra permitirá que se trabaje la capacidad lectora de los alumnos ya que las situaciones se prestan a la confirmación o refutación de inferencias. Así también, la comicidad del texto y las diversas lecturas que se pueden hacer de la obra están al servicio del disfrute del neolector. Además, al tratarse de una obra de teatro, su representación o dramatización favorecerá que se trabajen aspectos como la oralidad, la comunicación no verbal, la comprensión lectora y la creatividad, entre otras.


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