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martes, 13 de enero de 2015

La infancia perpetua, reseña de la obra de Ana María Matute "El polizón de Ulises". Luis Baeza Andreu

Ana María Matute es la abuela que todo niño desearía tener, esa sabia mujer de pelo blanco que calienta el corazón con las palabras, con su mirada verdadera hacia todas las cosas. Ana María Matute murió hace muy poco y muchos lectores hemos sentido esta pérdida como propia. Su voz nos llega como una certeza desde las páginas; sus historias están llenas de ternura y de imaginación. Leer a esta escritora es aprender a crecer, conocer los mecanismos más sutiles a través de los cuales se desarrolla la vida. Su literatura está llena de eso, de esa verdad inagotable.
En alguna intervención pública, la autora barcelonesa, Premio Cervantes y miembro de la Real Academia hasta su fallecimiento, insistió en la importancia de que nos creyéramos sus historias, sus personajes, la vida que ahí había creado, porque lo había escrito, porque eran verdad, decía. Y es eso, precisamente, lo que resltaba al inicio de esta reseña: que de sus cuentos, de sus novelas, saltan a la realidad personajes vivos. Leer a Matute es asomarse a una ventana, dar un paseo, mirar alrededor.
La infancia es un tema central en su obra. Y es que ella siempre fue una niña. “Nunca me he desprendido de la infancia, y eso se paga caro. La inocencia es un lujo que uno no se puede permitir y del que te quieren despertar a bofetadas”, explica en una entrevista para el diario El País. Matute, la niña de cabello blanco, la niña para siempre. Por eso es que la escritora atrapa a tanta gente, y de tantas edades, y por eso es que sus cuentos se pueden leer desde la madurez de la edad adulta, desde la inexperiencia de la niñez o desde las turbulencias de la adolescencia.
Creo que leer a Matute en la educación secundaria es una experiencia inolvidable. Por un lado, los alumnos leen literatura de calidad, de una autora de referencia en nuestro país y en el mundo. Y, por otro, los estudiantes pueden disfrutar de historias cargadas de imaginación, de mundos nuevos pero a la vez cercanos, una mezcla entre fantasía y realidad. Esa magia. Ese mundo fabricado, como ella misma dice: “el mundo hay que fabricárselo uno mismo, hay que crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo. Hay que inventar la vida porque acaba siendo realidad”
Podríamos animar a nuestros estudiantes a que lean cualquiera de sus cuentos, incluso su libro Los niños tontos, obra que se merece tener en cuenta por diversos motivos y que, más adelante, reseñaremos. Y, por eso, como toda su obra podría ser perfectamente válida para nuestro fin (que los alumnos lean y disfruten con la lectura), hemos elegido una de ellas, El polizón de Ulises.
El Polizón de Ulises es una historia que trata, esencialmente, de un niño que crece, tal y como dice la narradora al inicio del cuento. Es una historia en donde la infancia, el vitalismo y la inocencia de esta etapa, tienen mucho peso. Es una historia que habla de la frescura de la niñez  y de la mirada sin prejuicios en un mundo de adultos, de adultas concretamente, un mundo femenino.
El cuento empieza cuando unos gitanos abandonan en la puerta de casa tres señoritas, las hermanas Etelvina, Leocadia y Manuelita, un cesto con un bebé. Las tres hermanas acuden, prestas, al alcalde para contarle lo que ha ocurrido. Se emprende entonces una búsqueda pero resulta infructuosa ya que los presuntos responsables del bebé no aparecen y es entonces cuando las señoritas deciden hacerse cargo del pequeño, al que deciden llamar Marco Amado Manuel pero a quien, finalmente, todo el mundo llama Jujú.
El niño recibirá una educación distinta por parte de cada una de las mujeres, todas ellas solteras, ya que cada una tiene una dedicación y sensibilidad diferente. El niño aprenderá allí, en casa, y crecerá sin amigos, acompañado, eso sí, de un perro al que llama Contramaestre, de un hermoso gallo, Almirante Plum, una perdiz, y muchos libros.
Es interesante este libro, como se ve, porque en el mismo se hace referencia, de forma implícita, a la importancia de la lectura ya que la historia gira en torno a un niño que ha leído mucho y que crea su propio universo a través de las historias de aventuras. Convierte, así, el desván de la casa en un velero, el Ulises, en donde se desarrollan todas las pericias que el pequeño inventa. Otro amigo se suma a lo largo de la narración, una yegua, Colorina, que su tía Manu le regala. En un momento de la historia, el niño se encuentra con un hombre herido, a quien ayudará, coaccionado, tras haberlo amenazado con matar a su perro. El niño esconderá al huido en su estancia secreta, a su polizón, y allí irá redactando su Diario de a bordo, el libro dentro del libro. Juntos entablarán una amistad y planearán, incluso, una huida. Pero las cosas no sucederán como estaban previstas.
Amigos imaginarios, estancias secretas, animales humanizados, viajes llenos de fantasía; como vemos, una historia moderna con tintes clásicos, una narración que nos lleva a lo mejor de la literatura.
            El polizón de Ulises es una historia llena de luz, que pone de relieve el valor de la solidaridad ya que vemos cómo las señoritas se hacen cargo del niño, el valor de la amistad con esta relación del huido y el pequeño, el amor hacia los animales y la relación entre los adultos y el niño, esa confrontación de mundos, ese desdoblamiento de la realidad.
En cuanto a la estructura y disposición de los capítulos hay que decir que estos son breves episodios, en los que se habla de un suceso determinado. Esta división encabezada con un título (“Así vivía Jujú en el Ulises”, “Jujú recibe un susto”…)  bastante práctico para el alumno ya que, en todo momento, estará orientado por si abandona la lectura y la retoma en otro momento.
Siguiendo con la temática de los niños y el mundo de la infancia, merece la pena considerar la obra de la misma autora Los niños tontos. En este caso, se aúna lirismo y crudeza. Los niños tontos puede ser leída de dos formas: con una mirada adulta o con una mirada infantil. Se trata de una colección de cuentos muy breves en donde la historia nos habla de personajes débiles, maltratados por la vida: niños tontos. Este acercamiento a la infancia desde su lado más terrible, solitario y oscuro, enriquece nuestra visión acerca de esta etapa y, de igual modo, resulta muy interesante mostrar estos textos a nuestros estudiantes.
Leer a Ana María Matute debe ser una tarea obligada. Leer a Matute es como sentarse cerca de una hoguera y escuchar ese cuento que siempre quisimos que nos contaran lentamente, una historia llena de vida y de verdad.


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