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domingo, 11 de enero de 2015

Caperucita en Manhattan, Carmen Martín Gaite


Caperucita en Manhattan, Carmen Martín Gaite

(Patricia Pastor Buades)



Caperucita en Manhattan, nos abre las puertas a una nueva y más modernizada versión del tradicional cuento recogido por Charles Perrault y posteriormente adaptado por los hermanos Grimm. En esta ocasión es Carmen Martín Gaite la encargada de adentrarnos en una Caperucita más actual y deformada por la época. Sara Allen es una niña de diez años con mucha imaginación, pero también muy inteligente, que vive en el barrio de Brooklyn con sus padres: su padre es fontanero y su madre cuida ancianos, aunque su pasatiempo favorito es el de cocinar, en especial, tartas de fresa de las cuales se siente orgullosa por su riquísima receta. Todas las semanas, madre e hija emprenden un viaje hacia Morningside, en Manhattan, para llevarle la tarta a su abuela Gloria Star, antigua cantante y bailarina famosa. Un día, su madre no puede acompañarla porque ha fallecido un familiar, y la niña –desobedeciéndola- hace el trayecto ella sola hacia casa de su abuela, viajando en metro donde se encontrará con el personaje de Miss Lunatic y paseándose por Central Park, el bosque moderno del cuento, donde conocerá al lobo feroz, Edgar Woolf.


Al ser un relato basado en la historia de Caperucita Roja, se pueden encontrar una serie de paralelismos muy bien acertados con este cuento: tanto por su carácter como por su ropa, Sara se convierte aquí en la Caperucita del cuento ya que lleva un impermeable rojo y una cesta de mimbre con la tarta para su abuelita –características que, por cierto, llaman la atención a Miss Lunatic, por lo que decide hablar con ella-; la abuelita a quien la pequeña adora y va a visitar siempre alejada de su casa; su madre sobreprotectora que la avisa de todos los peligros con los que se puede encontrar fuera de su casa; y Edgar Woolf, como su propio apellido ya nos indica, que jugaría el papel de lobo que engaña por el camino a la niña para llegar antes a casa de la abuela y quedarse y bailar con ella (y con la receta de la tarta de fresa, que es lo que quiere en realidad en esta versión). Igualmente, se ha imitado a la perfección algunas escenas o paisajes del cuento como es Central Park en lugar del bosque donde Caperucita se encuentra al lobo o la separación y el viaje en solitario de la niña desde su casa hasta la casa de su abuelita.

El único problema que puede causar una duda o ambigüedad en el lector es el del personaje de Miss Lunatic o Madame Bartholdi, ajeno a este cuento pero original de la pluma de Martín Gaite. No hay que pasar por alto este personaje, puesto que a pesar de su extravagancia y misterio que lo envuelve, esta mujer representa el tema principal que la autora ha querido darle a la obra: la libertad. Ella y la abuela representan para Sara esa libertad que ansía tanto ella como todos los adolescentes en esa etapa de su vida: por una parte, la abuela es una mujer que vive sola, sin ataduras, con varios amantes a lo largo de su vida, con ganas de divertirse en el bingo, bebiéndose una copa o paseando sin preocupaciones; por otra parte, Miss Lunatic es la imagen –real, fantástica y metafórica- de esa Estatua de la Libertad que tanto ha admirado Sara en su libro y por su ventana. Así, la protagonista se da cuenta de que el mundo real no le gusta, por lo que deja volar su imaginación e inventa palabras llamadas por ella misma, “farfanías”, donde se juntan ambos mundos.

De la misma manera, en la obra podemos encontrar una serie de temas o guiños que acercan al adolescente de hoy en día a la lectura de la novela. En primer lugar, los lectores se pueden sentir identificados con la sobreprotección y la exagerada preocupación de la madre de Sara por su hija, pueden ver las disputas diarias por la noche entre los padres de la niña, o pueden sentirse emocionalmente iguales a ella, inventándose palabras (como “miranfú”) y dejándose llevar por la imaginación.


El estilo de la novela es sencillo y, aunque cuenta con bastantes páginas, es fácil de leer gracias al léxico y al registro empleado a lo largo de sus líneas. Cuenta además con mucho diálogo, por lo que la historia se desarrolla a partir de la voz de los personajes y esto hace más llevadera y atractiva la historia. Asimismo, la estructura del relato es bastante sencilla y se divide en dos partes perfectamente separadas: en la primera, la acción se reduce al planteamiento del cuento y a describir el día a día de Sara y de los demás personajes que aparecen en la historia; sin embargo, en la segunda parte es cuando empieza la acción verdadera y la historia cambia de rumbo hacia un desenlace fantástico que llevará al lector a encontrarse con personajes del cuento como el lobo feroz o la abuelita, pero también con personajes propios de esta historia y ajenos al cuento como es el de Miss Lunatic. Y a su vez, la obra presenta la estructura propia de los cuentos que facilita su lectora: así, cuenta con una introducción bien clara (de los capítulos uno a cinco), un nudo (de los capítulos seis a doce) y un desenlace (capítulo trece) que la autora decide mantenerlo abierto con el fin de mantener la atención del lector hasta el último instante y dejándole reflexionar sobre el posible final que pudiera tener la historia. 

A esto se le puede añadir también las referencias que hace muchas veces la autora a otros cuentos como el de Robinson Crusoe de Daniel Defoe o el de Alicia en el país de las Maravillas de Lewis Carroll, dándole a su obra un contexto donde la protagonista vive, además de la de Caperucita Roja, cualquier historia fantástica. La escena que quizás nos pueda recordar más a este último otro relato, es el propio final de la obra de Martín Gaite donde Sara se adentra por el pasadizo fantástico que la llevará, en lugar del País de las Maravillas, al mundo de la Estatua de la Libertad. Estas referencias pueden servir igualmente al alumno para formarse un universo literario a partir de una sola obra.




Finalmente, y a modo de conclusión y opinión personal, se puede decir que Caperucita en Manhattan resulta una obra nueva y enriquecedora del tradicional cuento que todo el mundo conoce ya de Caperucita Roja, con un acercamiento a esa Nueva York del siglo XX que hace que la historia pueda acercarse a cualquier ciudad o rincón del mundo y a cualquier edad. El tema de la libertad que incluye en esta ocasión la autora puede causar algunas dudas o ambigüedades en el lector a la hora de interpretar la obra, y más cuando nos estamos refiriendo a alumnos de la ESO. Sin embargo, con una puesta en común y un debate acerca de este tema y del final de la obra tras su lectura, se podrían resolver sin ningún problema todas las dificultades que hayan podido surgir a lo largo del proceso lector. Además, al tratarse de una historia con final abierto, se podría utilizar este elemento para trabajar con los alumnos nuevas opciones de creación textual aplicadas a este capítulo y como método de reflexión sobre la construcción de adaptaciones de los cuentos tradicionales. 

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