Sin
duda, Anthony Browne sabe cómo enfocar ciertas reflexiones captando la total
atención del lector, y sobre todo, mostrando un tierno cuidado en cada uno de sus álbumes
ilustrados. Con casi cuarenta títulos publicados, Voces en el parque, de apariencia sencillo y fácil de leer, va
mucho más allá. No sólo se trata de un cuento mediante el cual disfrutar de un
gran número de esmeradas ilustraciones, y de una historia entrañable, sino
también de una excelente enseñanza: la solidaridad. Y claramente, este valor podremos
compartirlo con aquellos niños y jóvenes que lean el libro.
Observamos
que el cuento cuenta con tres partes bastante diferenciadas, pero a su vez, son
cuatro partes bifurcadas en cuatro vías distintas, que en el transcurso de la historia
se juntarán, ¿y dónde se dará esta unión? En el parque.
A
simple vista, el cuento comienza con el paseo de una madre, su hijo Carlos y Victoria,
la perra de estos, por un parque cercano. Allí, coincidirán con Mancha, su padre
y su perro, Alberto. Es aquí donde emergerá una hilada trama de las cuatro
vías de las que hablábamos, las cuatro
voces que le aportarán al lector diversos puntos de vista sobre un mismo
hecho. Ésta es la genialidad del cuento, el estudio de cómo, en el día a día,
depende todo de la forma en la que se interpreten las cosas y el color que se
le dé. Circunstancias, situaciones, reflexiones…, en resumen, diferentes maneras
de vivir la vida que el autor deja caer marcando con fuerza cada palabra del
texto.
Por
supuesto, cabe destacar las ilustraciones del álbum, el colorido, la
forma de moldear las distintas estaciones del año, las sombras, las metáforas
camufladas, la autoridad de la madre siempre presente mediante los sombreros, los árboles, el disfrute de los dos perros… El modo de
expresar el recelo, la nostalgia, la ilusión y la alegría plasmada en las
cuatro voces, en nuestros cuatro protagonistas.
En
la primera voz, que pertenece a la madre de Carlos, se muestra cierto atisbo de
superioridad. No acepta el hecho de que su hijo se mezcle con Mancha, por ser
hija de un señor pobre (la cuarta voz) y por cuestión de prejuicios sociales.
No se da cuenta de que, por su afán de ser así, no disfruta de la estancia en el
parque, no disfruta de la vida. En cambio, la fácil relación de los perros, la
amistad que surge entre ambos niños, o la felicidad que emerge del padre de
Mancha, a causa del disfrute en el parque, es un buen enfoque para mostrarnos el
modo de interpretar las situaciones por parte de cada persona.
Como
decía, la segunda voz es la de Carlos, quien sólo se preocupa por disfrutar,
aunque tenga que aceptar que la autoridad de su madre le interrumpa sus juegos.
Esa tarde, triste y solitario, tendrá que volver a su gran casa bajo las
órdenes de su madre.
Mancha,
la tercera voz, valora de una forma espléndida la amistad que acaba de hacer
con Carlos. Relata de forma entusiasta la tarde que ha pasado en el parque,
aceptando que su familia no atraviesa buenos momentos económicos, pero, como
niña que es, se merece la felicidad que le ha aportado Carlos.
En
definitiva, se trata de una grata reflexión para los jóvenes lectores, ya que
podrán ver cómo hay personas que, aun teniendo pocos recursos, son felices y
disfrutan plenamente con ello. En cambio otros, ya sea por restricciones de sus
superiores, o por propios prejuicios morales y sociales, simplemente se
preocupan por sí mismos y por el bienestar de los suyos, sin tener en cuenta
que los valores existen en cada persona y están siempre presentes. Las
apariencias muchas veces engañan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario