A
lo largo de este comentario, esbozaré algunas opiniones acerca del libro que
propongo reseñar, además de hablar de la propuesta lecto-literaria del mismo
para alumnos de secundaria.
Jordi Sierra i Fabra |
Sin
embargo, antes de acometer el objetivo que propongo, me parece interesante
decir que Jordi Sierra i Fabra es un autor de literatura juvenil que pretende
aleccionar a los adolescentes a través de sus novelas o relatos. En este caso, Campos de fresas trata con gran maestría
la peligrosidad de las drogas y hasta qué extremo pueden llevar a quien las
consume: «Su hija ha tomado algún tipo de sustancia peligrosa, señor Salas. La
han traído sus amigos y estamos haciendo todo lo posible por ella. Es cuanto
puedo decirle. Confío en que cuando lleguen aquí tengamos mejores noticias que
darle.»[2]
Portada del libro Campos de fresas |
Campos de fresas
es una novela realista que habla sobre las drogas y sus consecuencias a través
de uno de sus personajes, Luciana, quien entra en coma después de haber consumido
éxtasis: «Cerca de allí una chica de dieciocho años se debatía entre la vida y
la muerte, al filo de ambos unidos, perdida, tal vez eternamente, en una
dimensión desconocida.»[3]. Es
un relato que representa muy bien la cruda realidad de este fatídico mundo, a
través del coma de Luciana, y de las experiencias y las opiniones que tienen
algunos personajes del relato. Entre ellos encontramos a los padres de la joven
en coma, a Eloy, al policía, etc., incluso al camello que proporcionó dicha
sustancia.
El
lenguaje empleado por el escritor es sencillo y directo, lo que da pie a que el
texto sea inteligible por la mayoría de lectores. Es un lenguaje que también
podemos apreciar en otra de sus novelas, Las
chicas de alambre (Santillana, 1999). Llama la atención también cómo el
autor de la novela cuenta las vidas de los personajes, paralelamente al coma de
Luciana, tocando, de una manera implícita quizá, los temas de las enfermedades
alimentarias[4],
la virginidad, o la libertad.
Respecto
a la estructura externa del libro, éste se divide en 95 capítulos, con la
peculiaridad de que cada uno de ellos representa un movimiento de fichas en el
juego del ajedrez. Esto podría tratarse de una metáfora de la que se sirve el
autor para explicar, de una manera diferente, la partida que juega el personaje
de Luciana contra la muerte, siendo las drogas las que mueven ficha: «No
bailéis con la muerte»[5]: «No
iba con ellos. Bailaban juntos pero nadie conocía a nadie. Eran compartimentos
estancos de un mismo barco. Ni siquiera eran conscientes de que en ese barco
navegaban todos juntos»[6].
Sin embargo, hay algunos en los que se mueven blancas y negras simultáneamente,
donde vemos que Luciana intercambia pensamientos con personajes que entran a su
habitación del hospital: «Os oigo. Claro que os oigo. Ni siquiera hace falta
que habléis. Puedo escuchar vuestros pensamientos»[7].
Habiendo
dilucidado algunas cuestiones que creo interesantes sobre el libro de Sierra i
Fabra, considero que es un relato apropiado para los alumnos de 3º de la ESO,
ya que su temática refleja las circunstancias que pueden llegar a vivir los
adolescentes en esta franja de edad. Los temas de las drogas, la sexualidad, el
sexo, la libertad, o los problemas alimenticios están, por desgracia, muy
presentes en la sociedad que vivimos hoy día. Esta historia les ayudará a
sentirse identificados con algunas situaciones, y a ver cómo todo problema, por
difícil que parezca, puede tener solución si se toman las riendas desde el
principio. El autor, a través de esta novela, consigue, a mi modo de ver, calar
a los jóvenes que leen sus páginas.
Drogas de diseño. |
Su
lenguaje, su vocabulario, su manera de narrar las experiencias de cada uno de
los personajes, todo está enfocado a la reflexión que cada lector haga después
de haber recorrido cada letra que compone este maravilloso, pero crudo relato
sobre una situación triste, aunque real.
Se
acercó a la ventana y miró a través de las rendijas horizontales de la
persiana. Por la calle casi no circulaban coches, y al otro lado, en las
ventanas del edificio de enfrente, no se veía movimiento alguno. La ciudad
vivía encerrada en sí misma. El mundo entero vivía encerrado en sí mismo.
Aunque, detrás de cada ventana, podría haber una tragedia, una lucha tal vez
perdida de antemano, tal vez…[8]
[1] Jordi Sierra i Fabra, Campos de fresas, Madrid, Ediciones SM, 1997.
[2] Jordi Sierra i Fabra, Campos de fresas, Madrid, Ediciones SM, 1997, pág. 10.
[3] Ibidem,
pág. 23.
[4] Las chicas de alambre, también de Jordi Sierra i Fabra, trata este
tema con mayor atención.
[5] Subtítulo de Campos de fresas.
[6] Jordi Sierra i Fabra, Idem, pág. 64
[7] Ibidem, pág. 82.
[8] Ibidem, pág. 63.
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