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viernes, 23 de enero de 2015

Negras mueven primero, por Victoria Eugenia Cánovas Miralles.

Campos de fresas[1]

A lo largo de este comentario, esbozaré algunas opiniones acerca del libro que propongo reseñar, además de hablar de la propuesta lecto-literaria del mismo para alumnos de secundaria.


Jordi Sierra i Fabra
Sin embargo, antes de acometer el objetivo que propongo, me parece interesante decir que Jordi Sierra i Fabra es un autor de literatura juvenil que pretende aleccionar a los adolescentes a través de sus novelas o relatos. En este caso, Campos de fresas trata con gran maestría la peligrosidad de las drogas y hasta qué extremo pueden llevar a quien las consume: «Su hija ha tomado algún tipo de sustancia peligrosa, señor Salas. La han traído sus amigos y estamos haciendo todo lo posible por ella. Es cuanto puedo decirle. Confío en que cuando lleguen aquí tengamos mejores noticias que darle.»[2]

Portada del libro Campos de fresas
Campos de fresas es una novela realista que habla sobre las drogas y sus consecuencias a través de uno de sus personajes, Luciana, quien entra en coma después de haber consumido éxtasis: «Cerca de allí una chica de dieciocho años se debatía entre la vida y la muerte, al filo de ambos unidos, perdida, tal vez eternamente, en una dimensión desconocida.»[3]. Es un relato que representa muy bien la cruda realidad de este fatídico mundo, a través del coma de Luciana, y de las experiencias y las opiniones que tienen algunos personajes del relato. Entre ellos encontramos a los padres de la joven en coma, a Eloy, al policía, etc., incluso al camello que proporcionó dicha sustancia.



El lenguaje empleado por el escritor es sencillo y directo, lo que da pie a que el texto sea inteligible por la mayoría de lectores. Es un lenguaje que también podemos apreciar en otra de sus novelas, Las chicas de alambre (Santillana, 1999). Llama la atención también cómo el autor de la novela cuenta las vidas de los personajes, paralelamente al coma de Luciana, tocando, de una manera implícita quizá, los temas de las enfermedades alimentarias[4], la virginidad, o la libertad.

Respecto a la estructura externa del libro, éste se divide en 95 capítulos, con la peculiaridad de que cada uno de ellos representa un movimiento de fichas en el juego del ajedrez. Esto podría tratarse de una metáfora de la que se sirve el autor para explicar, de una manera diferente, la partida que juega el personaje de Luciana contra la muerte, siendo las drogas las que mueven ficha: «No bailéis con la muerte»[5]: «No iba con ellos. Bailaban juntos pero nadie conocía a nadie. Eran compartimentos estancos de un mismo barco. Ni siquiera eran conscientes de que en ese barco navegaban todos juntos»[6]. Sin embargo, hay algunos en los que se mueven blancas y negras simultáneamente, donde vemos que Luciana intercambia pensamientos con personajes que entran a su habitación del hospital: «Os oigo. Claro que os oigo. Ni siquiera hace falta que habléis. Puedo escuchar vuestros pensamientos»[7].

Habiendo dilucidado algunas cuestiones que creo interesantes sobre el libro de Sierra i Fabra, considero que es un relato apropiado para los alumnos de 3º de la ESO, ya que su temática refleja las circunstancias que pueden llegar a vivir los adolescentes en esta franja de edad. Los temas de las drogas, la sexualidad, el sexo, la libertad, o los problemas alimenticios están, por desgracia, muy presentes en la sociedad que vivimos hoy día. Esta historia les ayudará a sentirse identificados con algunas situaciones, y a ver cómo todo problema, por difícil que parezca, puede tener solución si se toman las riendas desde el principio. El autor, a través de esta novela, consigue, a mi modo de ver, calar a los jóvenes que leen sus páginas.
Drogas de diseño.

Su lenguaje, su vocabulario, su manera de narrar las experiencias de cada uno de los personajes, todo está enfocado a la reflexión que cada lector haga después de haber recorrido cada letra que compone este maravilloso, pero crudo relato sobre una situación triste, aunque real.



Se acercó a la ventana y miró a través de las rendijas horizontales de la persiana. Por la calle casi no circulaban coches, y al otro lado, en las ventanas del edificio de enfrente, no se veía movimiento alguno. La ciudad vivía encerrada en sí misma. El mundo entero vivía encerrado en sí mismo. Aunque, detrás de cada ventana, podría haber una tragedia, una lucha tal vez perdida de antemano, tal vez…[8]








[1] Jordi Sierra i Fabra, Campos de fresas, Madrid, Ediciones SM, 1997.
[2] Jordi Sierra i Fabra, Campos de fresas, Madrid, Ediciones SM, 1997, pág. 10.
[3] Ibidem, pág. 23.
[4] Las chicas de alambre, también de Jordi Sierra i Fabra, trata este tema con mayor atención.
[5] Subtítulo de Campos de fresas.
[6] Jordi Sierra i Fabra, Idem, pág. 64
[7] Ibidem, pág. 82.
[8] Ibidem, pág. 63.

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