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miércoles, 14 de enero de 2015

Campos de fresas (Ana María Draghia)

CAMPOS DE FRESAS

De Jordi Serra i Fabra

Sierra i Fabra, Jordi (1997). Campos de fresas, Madrid, ediciones SM, Gran Angular, 143 págs.

Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 27 de julio de 1947) galardonado con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Kafka y la muñeca viajera (2007) es uno de los escritores más polifacéticos de la literatura española, y, precisamente por ello, resulta difícil encuadrarle en una temática o una tendencia. Con respeto a los premios obtenidos, ha recibido un merecido reconocimiento a su extensa y versátil obra a través del Premio Edebé de Literatura Infantil (1993) por Aydin, Premio Gran Angular (1980) por El Cazador o el Premio Vaixell de Vapor (1998) por Les històries perdudes, entre tantos otros. Recientemente le ha sido entregado el Premio Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) por el conjunto de su obra —en el año 2013— y, en el mismo año y también por la totalidad de su obra, el Premio Nacional de las Letras Lorenzo Luzuriaga.

A pesar de que en innumerables entrevistas el autor ha abogado por explicar que no escribe para jóvenes, sino que son estos los que eligen sus obras, la verdad es que resulta complicado renunciar a este pensamiento. Sin embargo, no es necesario entrar en el extendido debate sobre las LIJ, sino que hemos de centrarnos en el libro objeto de nuestra reseña: Campos de fresas (1997). Podríamos suponer que existen muchos y diferentes factores que han llevado a Sierra i Fabra a crear esta realista, a la par que actual, historia, pero basta con tomar los agradecimientos del libro como referencia para dar respuesta a nuestra pregunta: el caso de una muchacha británica, Leah Betts, fue el aliciente del escritor catalán.

Luciana es una joven de diecisiete años que, una noche cualquiera con sus amigos, decide probar por primera vez las sensaciones que produce la droga, pero la acción no pasará a ser una mera anécdota adolescente, ya que desembocará en unos efectos secundarios que podrían llegar a provocarle la muerte. Los remordimientos y la preocupación llevan a sus amigos a emprender una búsqueda de la misma pastilla que ingirió la joven, que se halla en coma, y poder así salvarle la vida. Campos de fresas es un crudo relato sobre la droga de diseño y el consumo inconsciente que los jóvenes hacen de ella, pero también es una historia sobre la amistad, la familia, el amor y los problemas y temores que surgen en la mente de los adolescentes. En este caso, Jordi Sierra i Fabra ha optado por unos personajes realistas que dan pie al problema, pero que, asimismo, poseen la batuta de la solución, es decir, causan el daño pero también ofrecen una salida, solventan sus propios problemas, dado que, en última instancia, consiguen que su amiga salvaguarde su vida y se aleje del baile que está manteniendo con la muerte. Un baile que, por otro lado, se produce, como podemos discernir en el libro, constantemente y en la mayoría de los jóvenes.

La organización de los capítulos se produce teniendo presente dos características principales: una, y la más relevante, es la pasión que Luciana siente por el ajedrez, por tanto, cada capítulo es un movimiento de las fichas, es decir, Campos de fresas es una partida de ajedrez. Por otro lado, el hecho de que cada capítulo esté destinado a un personaje, a un espacio o a un pensamiento, dado que la propia Luciana, en estado comatoso, también tiene voz en la historia. En total, junto con el epílogo, el libro está compuesto por noventaicinco capítulos o movimientos de las fichas, porque la partida tiene lugar entre Luciana, la protagonista, y la muerte.


En última instancia, y habiendo hecho alusión con anterioridad a los aspectos que trata la novela (drogas de diseño, amistad, relaciones familiares, libertad, muerte, amor o sexo), considero que Campos de fresas es una obra que mantiene un diálogo constante con su interlocutor y le lleva por un camino lleno de momentos trágicos. Las consecuencias que surgen de una acción precipitada conforman todo el libro, que, pese a no ser uno de los mejores de su autor, es, tal vez, el que con más ahínco ha logrado posicionarse entre los favoritos de nuestros jóvenes lectores. Su realidad social, familiar o escolar les permite contemplar sus propios reflejos en la narración. Por ello, pienso que se trata de una historia que puede proporcionar respuestas a cuestiones que permanecen escondidas en algún lugar de la inconsciencia de nuestros alumnos. Desde luego, se trata de una obra con la que hay que trabajar desde la sensatez, proporcionando cuanta información sea necesaria para su comprensión, porque, lejos de ser una lectura que acaba por desvanecerse en algún lugar de la memoria, es también una realidad que pervive en nuestra sociedad, a pesar de que, en muchas ocasiones, queramos ser ajenos a ella.  

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