CAMPOS DE FRESAS
De Jordi Serra i
Fabra
Sierra i Fabra, Jordi (1997). Campos de fresas, Madrid, ediciones SM,
Gran Angular, 143 págs.
Jordi Sierra i Fabra
(Barcelona, 27 de julio de 1947) galardonado con el Premio Nacional de
Literatura Infantil y Juvenil por Kafka y
la muñeca viajera (2007) es uno de los escritores más polifacéticos de la
literatura española, y, precisamente por ello, resulta difícil encuadrarle en
una temática o una tendencia. Con respeto a los premios obtenidos, ha recibido
un merecido reconocimiento a su extensa y versátil obra a través del Premio
Edebé de Literatura Infantil (1993) por Aydin,
Premio Gran Angular (1980) por El Cazador
o el Premio Vaixell de Vapor (1998) por Les
històries perdudes, entre tantos otros. Recientemente le ha sido entregado
el Premio Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) por el conjunto
de su obra —en el año 2013— y, en el mismo año y también por la totalidad de su
obra, el Premio Nacional de las Letras Lorenzo Luzuriaga.
A pesar de que en
innumerables entrevistas el autor ha abogado por explicar que no escribe para
jóvenes, sino que son estos los que eligen sus obras, la verdad es que resulta
complicado renunciar a este pensamiento. Sin embargo, no es necesario entrar en
el extendido debate sobre las LIJ, sino que hemos de centrarnos en el libro
objeto de nuestra reseña: Campos de
fresas (1997). Podríamos suponer que existen muchos y diferentes factores
que han llevado a Sierra i Fabra a crear esta realista, a la par que actual,
historia, pero basta con tomar los agradecimientos del libro como referencia
para dar respuesta a nuestra pregunta: el caso de una muchacha británica, Leah
Betts, fue el aliciente del escritor catalán.
Luciana es una joven de
diecisiete años que, una noche cualquiera con sus amigos, decide probar por
primera vez las sensaciones que produce la droga, pero la acción no pasará a
ser una mera anécdota adolescente, ya que desembocará en unos efectos secundarios
que podrían llegar a provocarle la muerte. Los remordimientos y la preocupación
llevan a sus amigos a emprender una búsqueda de la misma pastilla que ingirió
la joven, que se halla en coma, y poder así salvarle la vida. Campos de fresas es un crudo relato
sobre la droga de diseño y el consumo inconsciente que los jóvenes hacen de
ella, pero también es una historia sobre la amistad, la familia, el amor y los
problemas y temores que surgen en la mente de los adolescentes. En este caso,
Jordi Sierra i Fabra ha optado por unos personajes realistas que dan pie al
problema, pero que, asimismo, poseen la batuta de la solución, es decir, causan
el daño pero también ofrecen una salida, solventan sus propios problemas, dado
que, en última instancia, consiguen que su amiga salvaguarde su vida y se aleje
del baile que está manteniendo con la muerte. Un baile que, por otro lado, se
produce, como podemos discernir en el libro, constantemente y en la mayoría de
los jóvenes.
La organización de los
capítulos se produce teniendo presente dos características principales: una, y
la más relevante, es la pasión que Luciana siente por el ajedrez, por tanto,
cada capítulo es un movimiento de las fichas, es decir, Campos de fresas es una partida de ajedrez. Por otro lado, el hecho
de que cada capítulo esté destinado a un personaje, a un espacio o a un
pensamiento, dado que la propia Luciana, en estado comatoso, también tiene voz
en la historia. En total, junto con el epílogo, el libro está compuesto por
noventaicinco capítulos o movimientos de las fichas, porque la partida tiene
lugar entre Luciana, la protagonista, y la muerte.
En última instancia, y
habiendo hecho alusión con anterioridad a los aspectos que trata la novela (drogas
de diseño, amistad, relaciones familiares, libertad, muerte, amor o sexo),
considero que Campos de fresas es una
obra que mantiene un diálogo constante con su interlocutor y le lleva por un
camino lleno de momentos trágicos. Las consecuencias que surgen de una acción
precipitada conforman todo el libro, que, pese a no ser uno de los mejores de
su autor, es, tal vez, el que con más ahínco ha logrado posicionarse entre los
favoritos de nuestros jóvenes lectores. Su realidad social, familiar o escolar
les permite contemplar sus propios reflejos en la narración. Por ello, pienso
que se trata de una historia que puede proporcionar respuestas a cuestiones que
permanecen escondidas en algún lugar de la inconsciencia de nuestros alumnos.
Desde luego, se trata de una obra con la que hay que trabajar desde la
sensatez, proporcionando cuanta información sea necesaria para su comprensión,
porque, lejos de ser una lectura que acaba por desvanecerse en algún lugar de
la memoria, es también una realidad que pervive en nuestra sociedad, a pesar de
que, en muchas ocasiones, queramos ser ajenos a ella.
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