Esta
obra es considerada de iniciación: la historia gira en torno a un
niño, de nombre Jujú, el cual es abandonado después de su
nacimiento frente a la puerta de una casa. En dicho domicilio viven
tres señoritas, Etelvina, Leocadia y Manuelita, las cuales aceptarán
al retoño en su familia y le educarán para que pueda tener provecho
en el futuro. Una vez ya se ha convertido en un muchacho, Jujú
adopta el rol de muchacho trabajador, sincero, obediente... pero
también algo entusiasta y soñador, como corresponde a su edad. Esta
fantasía se verá reflejada en el desván de la casa, que
transformará en su velero particular, bautizado como el Ulises.
Resulta
de vital importancia para la comprensión de la obra atender a este
hecho, pues, además de comprender parte del título del libro, el
desván que ha sido transformado por Jujú será el protagonista de
gran parte de la aventura, puesto que el niño pasará allí grandes
períodos de tiempo, acompañado de animales, a los cuales el niño
considerará sus únicos amigos. Estos animales son personificados
por el niño, que les pondrá nombre: un perro negro llamado
Contramaestre, un gallo llamado Almirante Plum y, finalmente, una
perdiz adiestrada por la tía Leocadia, llamada señorita Florentina.
El
desván, lugar cotidiano donde se guardan los objetos, se ve
convertido en un velero en el cual Jujú es el capitán, y en él los
participantes viven aventuras inventadas por el propio muchacho, a
las cuales se sumará un nuevo miembro, el “polizón”. Una vez el
muchacho cumple 14 años, una noche de especial frío, el muchacho es
enviado al cobertizo para recoger más leña, es entonces cuando se
encuentra con un hombre, herido y enfermo, el cual atrapa al perro y
amenaza con matarle si no le trae víveres y vendas. El chico,
asustado, se apresura a obedecer, y finge estar enfermo para que sus
tías le traigan lo necesario. Una vez conseguido esto, aloja al
desconocido en el desván, proporcionándole comida y refugio, puesto
que se descubre que su invitado es un prófugo de la justicia.
Esta
relación, que empieza siendo tensa y dolorosa (el hombre amenaza con
matar a uno de los mejores amigos del muchacho), prospera de forma
notable, ya que el hombre comienza a contar al chico anécdotas y
viajes por el mundo mientras se recupera. El muchacho, anhelante de
nuevas experiencias, le ruega ir con él una vez se recupere, dado
que el hombre afirma ser marinero. El muchacho quiere mucho a sus
tías, pero considera que la vida rural no está hecha para él, y
desea salir a ver mundo y a vivir las aventuras que él mismo imaginó
a los mandos de su Ulises. El hombre, confiado ante el hecho de que
el niño no le ha delatado, acepta llevarle con él, quedando en la
cabaña donde se encontraron por primera vez para la escapada. Una
vez el muchacho llega, se da cuenta de que el hombre le ha engañado,
y decide ir a vengarse de él. Decidió lanzarse al río para
atravesarlo, pero este era bravo, y comenzó a ahogarse. El hombre,
que no estaba lejos de allí, escuchó los aullidos del perro y se
lanzó raudo a salvarlo. Acto seguido, lo llevó a su casa y le dejó
una carta, en la cual profesaba el valor del muchacho y reafirmándolo
como capitán del velero Ulises, alegando que sus tías y el propio
barco lo necesitaban. Debido a esto, el hombre fue capturado por la
guardia. Finalmente, el muchacho, decidió quedarse en la casa
siguiendo el consejo del prófugo, afirmando que se sentía <<más
alto, más fuerte y más sabio>>.
Esta
obra posee una gran utilización como introducción a la lectura
puesto que, además de explicar una trama sencilla con un final
adecuado, consiste en un compendio de valores que los lectores más
jóvenes pueden aprovechar. En esta lectura entran en juego valores
como la solidaridad, la fuerza y el valor de la imaginación como
herramienta, el amor y el respeto hacia los animales, la justicia,
los sentimientos... A su vez, cada personaje nos muestra un elemento
que, siendo unidos, configuran al personaje de Jujú: sus tías le
enseñaron, entre otras cosas, la lectura y la escritura, buenos
modales, amor a la naturaleza, el valor del trabajo, el oficio, etc.
Por otro lado, dejando de lado la brusca aparición del prisionero y
el dejarle tirado cuando quedaron en escapar juntos, demuestra ser
buena persona cuando, sin tener que hacerlo, se lanza a salvar al
muchacho al río, aún a sabiendas de que por ello sería descubierto
por la guardia y capturado. En este caso, se aprecia el sentimiento
de justicia, pero no de justicia de la guardia, sino que el hombre
decide llevar al muchacho a su casa a pesar de ponerse en peligro. El
lector puede apreciar valores como la tolerancia, el respeto, el amor
y la estima de uno mismo y ajena, elementos que parecen ser diezmados
cada día y que tan importantes consideramos para la formación (y
consolidar el hábito lector) de los jóvenes.
Para
finalizar, me gustaría expresar mi opinión personal sobre el libro
en cuestión. Personalmente, el libro me ha resultado muy provechoso,
debido a que el contexto en el que está sumergida la historia me
interesa mucho. Además, como lector experimentado, me gusta la forma
que presenta Ana María Matute en enganchar al receptor del libro a
través de la fantasía de un muchacho que transforma un simple
desván en un velero en el cual, con sus amigos animales, vive
aventuras extraídas de su pura imaginación. Esto obliga al lector a
estar pendiente en la historia, además de que es muy difícil no
simpatizar con el muchacho debido a la inocencia que presenta en su
infancia, y permite disfrutar de la lectura de una obra sencilla,
interesante y provechosa, de cara al público infantil y juvenil. Es
un buen libro para comenzar a desarrollar ese hábito lector en los
jóvenes, en mi opinión.
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