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lunes, 12 de enero de 2015

Reseña LIteraria de la obra "Morirás en Chafarinas" por Rubén Cano Robles




 
Esta obra fue escrita por Fernando Lalana, escritor no vocacional nacido en Zaragoza en 1958. Publicada en 1990 por Ediciones SM fue, cinco años más tarde, llevada al cine con el mismo título. El film fue dirigido por Pedro Olea, con guion de Fernando Lalana y el propio Olea. La obra obtuvo en 1991 el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. En 1999 el autor publicó una continuación llamada Conspiración Chafarinas.

La historia gira en torno a las sospechosas muertes de unos soldados de remplazo en el cuartel de Melilla. Las muertes tienen en común el consumo de heroína, que conduce a sus consumidores a actuar de forma enajenada, llevándolos a la muerte. Dos cabos de reemplazo serán los encargados de averiguar el porqué de dichas muertes y desenmascarar a los culpables que se ocultan tras ellas. Ambos protagonistas se adentrarán en el peligroso mundo del tráfico de drogas y vivirán emocionantes, a la par que arriesgadas, aventuras para llegar al final de la misteriosa trama.

 El título ya nos da una pista de lo que ocurrirá, ya al final de la novela, en las Islas Chafarinas. De hecho, más concretamente, el protagonista piensa para sí mismo en esta misma isla: « […] Vas a morir aquí, en Chafarinas, [...]», de cuya frase se podría decir que el autor sacó el título de la novela. 
Islas Chafarinas

 El texto Morirás en Chafarinas nos narra una historia a caballo entre el género de la novela negra y la de aventuras. La historia es contada de forma cronológica por el protagonista, que es a su vez un narrador en primera persona. La trama, que tiene lugar en un cuartel de Melilla,  se desarrolla en torno a unas extrañas muertes de soldados de remplazo a causa de su adicción a la heroína. Ya en las primeras páginas –los primeros cuatro capítulos– ocurren una serie de circunstancias que son las que disparan  las emocionantes aventuras que se sucederán a lo largo de la historia. El escritor las desarrolla de manera tan ágil y las desarrolla de forma tan vertiginosa que consigue enganchar al lector inmediatamente.

El autor utiliza el texto sangrado para realizar descripciones perfiladas de personajes, lugares o entornos. La primera que encontramos es la del teniente coronel Fonseca (pág. 34). La segunda es sobre la avenida del Generalísimo en Melilla (pág. 52). En la tercera nos describe las emociones que provoca la partida de un barco (pág. 120). En la cuarta habla del pequeño navío Virgen de África, con el que se trasladan a las Islas Chafarinas (pág. 151). La siguiente es una descripción geográfica de la isla de Isabel II, la única habitada y una de las tres islas que forman las Islas Chafarinas (pág. 153). Por último, se refiere a esta misma isla, pero esta vez describe el ambiente y las instalaciones (pág. 154).

El libro consta de 205 páginas y no dispone de prólogo, lo cual a veces se agradece para no empezar a leer una historia con la influencia de ideas ajenas.  La historia transcurre en siete días. Cada capítulo corresponde a un día de la semana, la cual empieza en domingo y termina en sábado. A su vez cada capítulo se divide en apartados: el primer capítulo –Domingo de guardia– tiene siete apartados; el segundo –Lunes triste– otros siete; el tercero –Martes de carnaval– seis; el cuarto –Miércoles de ceniza– es el más corto con tres apartados; el quinto –Jueves lardero– seis; el sexto –Viernes de Dolores– cinco; el séptimo y último –Sábado de Gloria– es el más extenso con quince. Finalmente contiene un Epílogo donde el narrador explica al lector todo el intríngulis de la historia. Termina por contar, en unas breves líneas, la situación del protagonista pasados siete años, con la que el escritor demuestra su habilidad para dejar la novela abierta.

Los conocimientos militares adquiridos por Fernando Lalana tras su paso por Melilla por tener que realizar el servicio militar obligatorio, influyen de manera directa en la obra. El autor nos narra con todo lujo de detalles los lugares y calles de Melilla, y por supuesto, nos presenta todas las funciones y protocolos que se llevan a cabo en el estricto entorno militar. Para ello, el estilo que utiliza es un lenguaje informal, el que no duda en mostrar con sus dicciones correspondientes. El autor, para ajustarse a la forma de dar las órdenes en el ejército, une algunas palabras como: «Soldadosss, vivaessss…. ¡paña!» (pág. 45), o «peeme» (pág. 135) que hace referencia a la Policía Militar. O las acorta como: « ¡Sente!» (pág. 146) para decir « ¡Presente!». El empleo de algunos términos, tanto de la jerga militar como en el ámbito de las drogas, obliga a que estos se expliquen a pie de página. Sin embargo, considero que existen otros como «imaginaria» o  «tercio» que deberían explicarse igualmente y en cambio no se mencionan. Puede que al no existir el servicio militar obligatorio el contexto de la novela haya perdido un poco de fuerza, debido a que unos años antes todos teníamos un hermano, primo o amigo que se iba destinado a un lugar remoto a cumplir con sus obligaciones como ciudadano español. Esta circunstancia nos acercaba, más o menos, a este mundo de «barrigazos» y «retenes».

Morirás en Chafarinas es una obra que podemos utilizar perfectamente con nuestros alumnos a partir de tercer curso. La historia, que desde un principio, incita a seguir la trama para, poco a poco, recopilar información, enlazar hechos y lanzar hipótesis, hace que su lectura no resulte pesada y que sea fluida. En este sentido ayudan la corta extensión de los puntos que encontramos dentro de los capítulos. Puede que la desaparición del servicio militar obligatorio haya alejado este mundo –tan apegado antes a las nuevas generaciones– de los jóvenes actuales, pero de igual modo,  el tema de drogas y asesinatos, y más dentro de un entorno militar, siempre despierta interés en la mayoría de jóvenes lectores.

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