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martes, 13 de enero de 2015

Reseña: Campos de fresas, Jordi Serra i Fabra, por Mª Teresa Tomás Megías.



En 1997 el escritor catalán Jordi Serra i Fabra escribe Campos de fresas, novela que encabeza su lista de best sellers con setenta y siete ediciones publicadas de la misma. Las drogas, la amistad, el amor, el peso de la culpa, la adolescencia ligada a la inconsciencia... Estos temas son tratados en esta novela que apenas supera las cien páginas pero que, a lo largo de sus noventa y cinco capítulos, tan cortos en narración como intensos en emoción, es capaz de mantener al lector inquieto, expectante por el desenlace de la protagonista y las acciones de amigos y familiares que la rodean.
Cada capítulo narra, de manera lógica y trascendente, las sensaciones, vivencias y sucesos que ocurren a cada personaje mientras la trama avanza creando un arco que empieza con la protagonista – Luciana – en un hospital tras haber tomado la noche anterior, en una fiesta con sus amigos, una pastilla de éxtasis o eva – drogas de diseño de las que, por aquel entonces en 1997, año de la publicación del libro, los médicos aún desconocían información sobre sus componentes – y termina en el mismo lugar cuando se relata si la chica consigue finalmente ganar su partida contra la muerte o si por el contrario se deja vencer. Sus amigos, su novio, sus padres y su hermana experimentan el sufrimiento por el estado de Luciana. Vemos cómo esta situación crea un sentimiento de culpabilidad en todos sus amigos: unos por haberla incitado a tomar esa droga que puede acabar con su vida; otros – su novio Eloy – por no haber estado con ella en ese momento y haber evitado que la tomara. Entre los padres de Luciana la situación que atraviesa su hija también abre brechas difíciles de tapar, sobre todo a la hora de tener que decidir, en caso de que la chica muera, si donar sus órganos – algo con lo que el padre está de acuerdo – o no hacerlo – posición de la madre –. Todas estas desagradables situaciones se compaginan, por un lado, con la investigación por parte de la policía del posible distribuidor de la droga y, por otro, con el incordio de un periodista cuyo único objetivo es fotografiar a Luciana en el hospital para que su noticia sea portada.
Si me parece adecuada esta lectura entre alumnos cuyas edades oscilan entre los catorce, quince y los dieciséis años de edad y que se encuentran en tercero o cuarto de Educación Secundaria es, además de su calidad literaria, lingüística y estilística, porque pienso que la trama juvenil en la que está inserta la novela creará conciencia en sus lectores, quienes están en edad de experimentar, divertirse, salir con amigos y rebelarse a sus padres, por lo que esta historia puede ser una gran lección para muchos de ellos que puedan enfrentarse en algún momento – y desgraciadamente – a esta situación. A esas edades los adolescentes están bastante desinformados con respecto a temas relacionados con el sexo o las drogas y, en mi opinión, al igual que los personajes de Campos de fresas, puede que tomen ciertas sustancias si ven que el resto lo hace y no ocurre nada, sin percatarse de lo peligroso de la acción y los efectos secundarios que esas sustancias pueden dejar en sus cuerpos, en sus vidas y en las de su alrededor.
Se trata de una lectura fresca, rápida, en la que el autor mezcla mucho diálogo entre sus narraciones, por lo que no se hace pesada de leer, y la historia atrapa desde la primera página por la expectación que crea el desenlace de la protagonista. Pero no solo este tema es importante, sino que hay temas secundarios que también son de gran aprendizaje para el lector juvenil. Me refiero tanto a los problemas alimenticios de Loreto, amiga de la protagonista que sufre bulimia, como a la insistencia del periodista por publicar la noticia por un lado, – algo que puede tener doble sentido – y la triste vida que rodea al camello que vende la droga a los jóvenes por otro.
Loreto sufre problemas alimenticios y Luciana ha sido de gran ayuda para ella. Me parece tan importante esta trama porque en el momento que Luciana está en el hospital, en coma, y se debate entre la vida y la muerte, es Loreto quien se da cuenta de que no quiere seguir así; quiere vivir. Vemos entonces como se intercambian los papeles. Loreto, muerta en vida, con esa dura descripción que el autor nos hace de ella, retratándola como un esqueleto que casi no puede tenerse en pie, y retratando también el sufrimiento de sus padres que no saben cómo ayudarla por muchos consejos que el psicólogo les haya podido dar, es ahora quien quiere vivir, por ella y por su amiga. Luciana, que se nos describe como una chica guapa de dieciocho años, llena de vida, alegre, inteligente y optimista, es ahora quien tira la toalla, como ella misma narra en sus capítulos, y no sabe si quiere quedarse en su particular limbo de paz y confort o volver a la realidad y sentir el dolor. Contraposición interesantísima la que nos hace aquí el autor.
Por otro lado tenemos al periodista Zapata, donde de nuevo encontramos un doble sentido. Empeñado en publicar la noticia, hace que pensemos en dos motivos para la consecución de su tarea: alertar – como él mismo indica – al resto de jóvenes y padres de lo que ocurre en las discotecas cuando los jóvenes salen a divertirse y evitar así otros posibles casos como el de Luciana o, por otra parte, lucrarse de este suceso para que su noticia sea portada y se le dé algún reconocimiento. Sin el consentimiento de los padres de la protagonista y engañando a Norma, su hermana, el periodista consigue realizar una fotografía al cuerpo de Luciana, tendido en la cama del hospital, para que su reportaje ocupe un lugar destacado en el siguiente número del periódico para el que trabaja.
Para finalizar con este repaso por las tramas que creo de vital importancia en la novela y que pueden hacer reflexionar de manera profunda al alumno, debemos hablar de Poli García, camello que vende la droga a los jóvenes protagonistas de la historia y cuyo final es tan trágico como la triste vida que lleva, escapando de la policía y vendiendo a los jóvenes su pase hacia la otra vida. Quien mal anda, mal acaba y este común refrán define a la perfección las acciones de este personaje.

Decir que es esta novela es adecuada para alumnos que se inician en la etapa de la Educación Secundaria Obligatoria es obvio a mi parecer, pues además de los temas tratados que pueden crear conciencia en el alumno, es indudable su calidad literaria y creo que puede ser una de las novelas que active en el lector joven las ganas de seguir leyendo. 

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