En 1997 el escritor catalán
Jordi Serra i Fabra escribe Campos
de fresas, novela que
encabeza su lista de best
sellers con
setenta y siete ediciones publicadas de la misma. Las drogas, la
amistad, el amor, el peso de la culpa, la adolescencia ligada a la
inconsciencia... Estos temas son tratados en esta novela que apenas
supera las cien páginas pero que, a lo largo de sus noventa y cinco
capítulos, tan cortos en narración como intensos en emoción, es
capaz de mantener al lector inquieto, expectante por el desenlace de
la protagonista y las acciones de amigos y familiares que la rodean.
Cada
capítulo narra, de manera lógica y trascendente, las sensaciones,
vivencias y sucesos que ocurren a cada personaje mientras la trama
avanza creando un arco que empieza con la protagonista – Luciana –
en un hospital tras haber tomado la noche anterior, en una fiesta
con sus amigos, una pastilla de éxtasis o eva – drogas de diseño
de las que, por aquel entonces en 1997, año de la publicación del
libro, los médicos aún desconocían información sobre sus
componentes – y termina en el mismo lugar cuando se relata si la
chica consigue finalmente ganar su partida contra la muerte o si por
el contrario se deja vencer. Sus amigos, su novio, sus padres y su
hermana experimentan el sufrimiento por el estado de Luciana. Vemos
cómo esta situación crea un sentimiento de culpabilidad en todos
sus amigos: unos por haberla incitado a tomar esa droga que puede
acabar con su vida; otros – su novio Eloy – por no haber estado
con ella en ese momento y haber evitado que la tomara. Entre los
padres de Luciana la situación que atraviesa su hija también abre
brechas difíciles de tapar, sobre todo a la hora de tener que
decidir, en caso de que la chica muera, si donar sus órganos –
algo con lo que el padre está de acuerdo – o no hacerlo –
posición de la madre –. Todas estas desagradables situaciones se
compaginan, por un lado, con la investigación por parte de la
policía del posible distribuidor de la droga y, por otro, con el
incordio de un periodista cuyo único objetivo es fotografiar a
Luciana en el hospital para que su noticia sea portada.
Si
me parece adecuada esta lectura entre alumnos cuyas edades oscilan
entre los catorce, quince y los dieciséis años de edad y que se
encuentran en tercero o cuarto de Educación Secundaria es, además
de su calidad literaria, lingüística y estilística, porque pienso
que la trama juvenil en la que está inserta la novela creará
conciencia en sus lectores, quienes están en edad de experimentar,
divertirse, salir con amigos y rebelarse a sus padres, por lo que
esta historia puede ser una gran lección para muchos de ellos que
puedan enfrentarse en algún momento – y desgraciadamente – a
esta situación. A esas edades los adolescentes están bastante
desinformados con respecto a temas relacionados con el sexo o las
drogas y, en mi opinión, al igual que los personajes de Campos
de fresas, puede
que tomen ciertas sustancias si ven que el resto lo hace y no ocurre
nada, sin percatarse de lo peligroso de la acción y los efectos
secundarios que esas sustancias pueden dejar en sus cuerpos, en sus
vidas y en las de su alrededor.
Se
trata de una lectura fresca, rápida, en la que el autor mezcla mucho
diálogo entre sus narraciones, por lo que no se hace pesada de leer,
y la historia atrapa desde la primera página por la expectación que
crea el desenlace de la protagonista. Pero no solo este tema es
importante, sino que hay temas secundarios que también son de gran
aprendizaje para el lector juvenil. Me refiero tanto a los problemas
alimenticios de Loreto, amiga de la protagonista que sufre bulimia,
como a la insistencia del periodista por publicar la noticia por un
lado, – algo que puede tener doble sentido – y la triste vida
que rodea al camello que vende la droga a los jóvenes por otro.
Loreto
sufre problemas alimenticios y Luciana ha sido de gran ayuda para
ella. Me parece tan importante esta trama porque en el momento que
Luciana está en el hospital, en coma, y se debate entre la vida y la
muerte, es Loreto quien se da cuenta de que no quiere seguir así;
quiere vivir. Vemos entonces como se intercambian los papeles.
Loreto, muerta en vida, con esa dura descripción que el autor nos
hace de ella, retratándola como un esqueleto que casi no puede
tenerse en pie, y retratando también el sufrimiento de sus padres
que no saben cómo ayudarla por muchos consejos que el psicólogo les
haya podido dar, es ahora quien quiere vivir, por ella y por su
amiga. Luciana, que se nos describe como una chica guapa de dieciocho
años, llena de vida, alegre, inteligente y optimista, es ahora quien
tira la toalla, como ella misma narra en sus capítulos, y no sabe si
quiere quedarse en su particular limbo de paz y confort o volver a la
realidad y sentir el dolor. Contraposición interesantísima la que
nos hace aquí el autor.
Por
otro lado tenemos al periodista Zapata, donde de nuevo encontramos
un doble sentido. Empeñado en publicar la noticia, hace que pensemos
en dos motivos para la consecución de su tarea: alertar – como él
mismo indica – al resto de jóvenes y padres de lo que ocurre en
las discotecas cuando los jóvenes salen a divertirse y evitar así
otros posibles casos como el de Luciana o, por otra parte, lucrarse
de este suceso para que su noticia sea portada y se le dé algún
reconocimiento. Sin el consentimiento de los padres de la
protagonista y engañando a Norma, su hermana, el periodista consigue
realizar una fotografía al cuerpo de Luciana, tendido en la cama del
hospital, para que su reportaje ocupe un lugar destacado en el
siguiente número del periódico para el que trabaja.
Para
finalizar con este repaso por las tramas que creo de vital
importancia en la novela y que pueden hacer reflexionar de manera
profunda al alumno, debemos hablar de Poli García, camello que vende
la droga a los jóvenes protagonistas de la historia y cuyo final es
tan trágico como la triste vida que lleva, escapando de la policía
y vendiendo a los jóvenes su pase hacia la otra vida. Quien mal
anda, mal acaba y este común refrán define a la perfección las
acciones de este personaje.
Decir
que es esta novela es adecuada para alumnos que se inician en la
etapa de la Educación Secundaria Obligatoria es obvio a mi parecer,
pues además de los temas tratados que pueden crear conciencia en el
alumno, es indudable su calidad literaria y creo que puede ser una de
las novelas que active en el lector joven las ganas de seguir
leyendo.
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