Bernardo Atxaga. Memorias de una vaca. Ediciones SM, Madrid, 1992, 296 páginas
Ilustración de la portada, Alfonso
Ruano. Traducción del euskera, Aránzazu Sabán.
Bernardo Atxaga es
pseudónimo de Joseba Irazu Garmendia. Nace en Asteasu, pueblo de Guipuzcoa
(España), en 1951. Se licencia en Ciencias Económicas aunque trabajará en
múltiples empleos. Finalmente, gracias al ejemplo de personas como G. Aresti,
se dedicará a la escritura donde escribirá cuento, novela, ensayo, poesía y
teatro. Atxaga es miembro de la Real Academia de la Lengua Vasca y se ha
convertido en el escritor vasco más popular y más traducido. En una entrevista,
sostiene que “Il a fallu qu'une
génération d'écrivains se sacrifie pour que des gens comme moi puissent écrire
en basque et être reconnus ailleurs.” [1](Libération, 2007)
En las producciones de B.
Atxaga se observa la historia del País Vasco, de la guerra civil y de la lucha
posterior a esa guerra. También se desprende de su lectura la importancia de la
memoria histórica. De este modo, publica Memorias
de una Vaca en 1991, dedicándosela al escritor R. L. Stevenson. Fue
seleccionada por la IBBY en 1994, por la Radio Alemana y por la Revista Focus
en 1995, y hoy en día sigue siendo una de las novelas recomendadas para el
público juvenil, quizás por su sencillez, su mensaje enérgico y su humor. Tal
vez por cómo consigue expresar con claridad la reflexión y el pensamiento de los
personajes, por su manejo del mundo interior, de la conciencia. Philippe
Lançon, en su artículo “La pelote d’Atxaga”, considera que es “par la solitude des consciences qu'Atxaga
fait entrer ses lecteurs dans la nerveuse pelote basque.”[2] (Libération,
2007)
La lectura de esta obra
podría ser adecuada para los cursos de
2º y 3º de la ESO, tanto por su contexto histórico como por su número de
páginas. El objetivo de la obra sería motivar a los alumnos para convertirlos
en lectores asiduos, buscar un enfoque en la literatura donde el alumno no se
identifique con el personaje, observar la información implícita en el texto
sobre épocas históricas, apreciar la diversidad lingüística dentro y fuera de
España,...
Memorias de una vaca (Behi euskaldun baten
memoriak) es una novela protagonizada por Mo, una vaca negra nacida en el
País Vasco, en el valle de Balanzategui durante la posguerra. Mo, atendiendo a
los consejos de su voz interior, narrará sus memorias desde su nacimiento hasta
su partida del valle de Balanzategui.
La historia alterna a un
mismo tiempo el conflicto de su propia naturaleza, la preocupación por lo que
conlleva su “vacunidad”, y el conflicto histórico-político de su entorno. Ambos
conflictos marcan el final y el principio de sus memorias.
El primer conflicto, el
conflicto de su vacunidad, se manifiesta desde el momento de su nacimiento,
cuando se percata de que es una vaca. El dilema que se esboza en esta narración
puede considerarse en dos dimensiones. Una más habitual, que sería la disconformidad
consigo mismo, el planteamiento sobre la propia personalidad y la lucha por ser
diferente, cambiar el propio autoconcepto. Un conflicto común en la esfera
humana donde se desea ser más valiente, más inteligente, más agraciado,… La
otra dimensión es menos considerada quizás porque no es tan común que haya un
protagonista no humano que haga una reflexión sobre el yo. Es la reflexión de Mo
sobre si quiere ser o no una vaca, considera que otras especies son mejores que
ellas. El pensamiento interno de Mo produce asombro por no ser un dilema propio
de las personas. Es raro que una persona desee haber nacido caballo o jabalí,
puesto que valoramos la especie humana como la más inteligente, y por lo tanto,
la mejor. Es un antropocentrismo común y sin embargo, se debería atender a sus
consecuencias. Quizás un cambio de perspectiva sea necesario, sirven de ejemplos
el capítulo siete o la historia de India y Pakistán.
En este conflicto, Mo
recibe dos influencias claves. Por un lado, la vaca amiga de Mo, La Vache qui Rit, es ejemplo de la falta
de aceptación del yo y en ella se manifiesta el problema final de esta
disconformidad. Por otro lado, El Pesado, la voz interior de Mo, le sirve de ayuda
para que pueda estar orgullosa de ser vaca. Es interesante el debate entre los
dos personajes secundarios sobre las diferentes especies y su evolución, sobre la
libertad y su relación con la civilización, sobre la capacidad de elegir y la
felicidad. (Atxaga, 1992,
págs. 121 - 123)
Ambos personajes son imprescindibles para la historia. Y, a su manera, cada uno
es símbolo de libertad y de pensamiento.
La Vache qui Rit sirve de impulso para Mo. Su frase “No hay cosa más tonta que una vaca tonta” hace
a Mo aspirar a algo más que una vida mediocre y rutinaria. Aprenderá entonces
que el camino para dejar atrás esa vida requiere esfuerzo y sacrificios. Mo se
percatará de que lleva una vida fácil pero acomodada y conformista y se
propondrá alejarse de esa “alienación”. Ello le llevará al desierto, a la
soledad, a la par que cambia su visión del mundo. Esta búsqueda de libertad de
pensamiento es válida en el entorno actual, pues “no hay cosa más tonta que una
persona tonta”.
Mientras tanto, El Pesado
personaliza la prudencia y la inteligencia. Por un lado, sus consejos, propios
de un “ángel de la guarda” o de Pepito Grillo, orientan a Mo en los momentos
difíciles, agudizan su instinto de supervivencia y le llevan por el mejor
camino, fiel en todo momento. Por otro lado, resulta fuente de conocimiento
para la protagonista pero también recuerda a la mayéutica socrática, impulsando
a responder las preguntas por sí mismos, a pensar lógicamente.
También es la voz
interior la que insta a escribir. En Mo se observa un deber de expresarse
mediante la escritura, al igual que en B. Atxaga, es un compromiso y una
defensa de la literatura como base de la libertad y de la autonomía humana.
En la obra, se advierte también
una confluencia de lenguas según la historia de cada personaje. Se repara en la
importancia de conocer las lenguas para conocer los secretos de la vida. La Vache qui Rit entiende aquel idioma
desconocido de Gafas Verdes, uno de los antagonistas de la obra, lo que le
permite adelantarse a los sucesos posteriores. Tampoco puede evitar el lector
relacionar a Pauline Bernardette con el francés o a su supuesto prometido con
el euskera. Es más, la obra tiene muchas referencias al francés, quizás por la
estancia de Atxaga en París durante su realización. Así pues, el contexto de la
obra, la situación fronteriza del País Vasco y la convivencia de distintas
lenguas en éste, parece un tema de importancia tanto para la lectura de la obra
como para el propio escritor.
La importancia de la
lengua enlaza con la memoria histórica del euskera pero también de necesidad de
la memoria histórica en la que incide Atxaga. La lectura relata en numerosos
pasajes la última resistencia contra la dictadura en el País Vasco, la
resistencia de los maquis. Por ejemplo en la monja, Pauline Bernadette, o en el
Encorvado y Genoveva. En la obra, los personajes reflejan la importancia del
recuerdo: La Vache qui Rit le habla a
Mo de la guerra civil, Mo se siente con la responsabilidad de realizar unas
memorias, y quizá el personaje que mejor refleja esta firmeza es Genoveva, la
señora de Balanzategui. Genoveva, “con un
único corazón, sólido y profundo” (Atxaga, 1992, pág. 74) , con sus paseos al
cementerio y con su resistencia contra los vencedores de la guerra declara su eterna
lucha por conservar sus valores y los recuerdos de la gente perdida.
Por último, es
interesante la unión de la Rueda de los Secretos y la Rueda del Tiempo. En la
historia, cuando ruedan juntas, supone el descubrimiento progresivo de los acontecimientos
que rodean a Mo, la comprensión de su entorno. En el tiempo que vive una
persona siempre tiene nuevos saberes que conocer, mas ese tiempo es finito y
cada persona es responsable de conocer o de ser un ignorante, de resolver las
miles de pregunta que quedan siempre o de dejar pasar el tiempo sin hacer rodar
la Rueda de los Secretos. Todo depende de su esfuerzo por buscar la libertad.
“La Rueda de la Vida
no podía
girar hacia atrás”
[1]
Traducción: “Ha hecho falta que una generación de escritores se sacrifique para
que gente como yo pueda escribir en vasco y ser reconocido fuera/en otros
lugares.”
[2] Traducción: "por la soledad de las consciencias que Atxaga introduce a sus lectores en la frenética pelota vasca "
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