Ramón María del Valle-Inclán fue un dramaturgo, novelista y poeta gallego que formó parte de la corriente literaria conocida como modernismo, aunque sus últimas obras se enmarcan dentro de la generación del 98.
La obra, contada en tercera persona por un narrador omnisciente, posee un
título que hace referencia a un personaje mitológico que en ningún momento
aparece en escena pero que sin embargo juega un papel crucial en el desenlace
de los hechos. Además, es un título adecuado para llamar la atención de jóvenes
lectores ya que estos se sienten atraídos por este tipo de animales míticos.
El prólogo está escrito por su nieto Joaquín del Valle-Inclán. En él no
se mencionan aspectos referentes a la obra para su mejor entendimiento. Se abarcan temas como cuándo apareció la obra en las
librerías (1914) o la variación de su título a Farsa infantil de la cabeza del dragón, incluido en Tablado de marionetas editado en 1936 y
1930. También se menciona la poca repercusión que tuvo la obra en su día en los
escenarios, cuyo estreno fue a principios de marzo de 1910. A pesar de su
negativa acogida por parte del público, los críticos sí que hablaron bien de
ella; José de Laserna afirmó en el diario madrileño El Imparcial que La cabeza
del dragón, aun sin haber triunfado en el escenario, «pasará a las
antologías de nuestro teatro de la infancia y será uno de los más preclaros
blasones del noble escudo literario de su autor»
La obra, que está dirigida a un público infantil, se divide es seis escenas,
de las cuales la tercera y la sexta son las más cortas. Cada una de estas
escenas se desarrollan en lugares diferentes (en el patio de un castillo, en
una venta, en un bosque de mil años…). La historia está contada de forma
cronológica. El estilo literario está presente en toda la obra, incluso en las
acotaciones. La obra no resulta difícil para el lector promedio, aun así el
libro cuenta en sus últimas páginas con un glosario donde aparecen los términos
que pueden dificultar la comprensión al lector. También cuenta con una guía de
lectura donde se resumen las escenas y se llevan a cabo una serie de preguntas
con las que se pone a prueba la comprensión del lector respecto a la obra. El
tema principal de la obra es el honor del héroe, mediante el cual debe
preservar el amor de su enamorada.
La historia, aunque transcurre en un mundo de castillos, princesas y dragones que te traslada a la Edad Media, a menudo hace referencias a un mundo más cercano al actual. El autor menciona automóviles, la Policía de Rusia, a José Bonaparte, al músico Richard Wagner…
En cuanto al final se podría esperar uno distinto. Este punto de vista se apoya en la gran importancia que el Duende concede a la palabra de honor como señal de cumplir lo prometido. Por este motivo, cuando el Duende pide al Príncipe Verdemar servir en el banquete a su padre, se puede llegar a pensar que su objetivo es conseguir que el Rey Mangucián se coma el corazón crudo y sin sal que prometió comer de aquel que soltó al Duende, es decir, el corazón de su primogénito: el Príncipe Verdemar. Con este final, no tan feliz, se deduce la siguiente moraleja: “No prometas aquello que no estés dispuesto a cumplir”.
La obra que posteriormente, como ya hemos mencionado, pasó a llamarse Farsa infantil de la cabeza del dragón, considero que es adecuada como
literatura infantil y juvenil hasta primero y segundo de la ESO. Sin embargo,
el aspecto cómico de la historia resaltaría con más fuerza con la representación
de la misma. Por tanto, creo que lectura y representación teatral son
inherentes la una de la otra para la completa interpretación y aprovechamiento
del texto.
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