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viernes, 23 de enero de 2015

Blanca Gallardo Fernández



JIMÉNEZ, Juan Ramón, Platero y yo (1993), Editorial Cátedra, Madrid.
Juan Ramón Jiménez Mantecón nació en Moguer, Huelva, el 23 de diciembre de 1881. Empezó estudiando Derecho en la Universidad de Sevilla, pero nunca acabará sus estudios, puesto que le atrajeron más las artes —literatura y pintura—. Su familia no se opuso, sino que muy al contrario, le apoyaron. 

En 1900 se instala en Madrid, donde conoció a grandes poetas modernistas como Rubén Darío. Tuvo varias crisis depresivas, por lo que su familia decidió ingresarle primero en un sanatorio de Francia y luego en Madrid. En 1916 viaja a Estados Unidos para casarse con Zenobia Camprubí Aymar. Cuando estalla la Guerra Civil española (1936), marcha, junto a Zenobia, a Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico. Estando en este último país, Juan Ramón Jiménez fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura el 25 de octubre de 1956 en reconocimiento del conjunto de su obra. El día 28 de este mismo mes, su mujer fallece, lo que desencadena la soledad y la oscuridad de Juan Ramón Jiménez, recluido en su casa. El 29 de mayo de 1958 muere el poeta, totalmente desolado.  

Su trayectoria poética se suele dividir en tres etapas: la etapa sensitiva (1898-1915), marcada por la influencia de Bécquer, el Simbolismo y el Modernismo. Su poesía es emotiva y sentimental, donde se vislumbra sensibilidad; la etapa intelectual (1916-1936), en la que emplea la temática del mar como motivo trascendente. Desea alcanzar la eternidad a través de la belleza y la depuración poética; y la etapa verdadera (1937-1958), que recoge todo lo que escribió durante su exilio americano.

Respecto a Platero y yo fue escrita en 1914 y ha sido traducida universalmente. Es una obra complicada de clasificar, ya que reúne dos géneros literarios: lírica y narrativa. Son relatos poéticos que pueden leerse independientemente (aunque guardan un orden cronológico), pero que juntos adquieren sentido para conformar una obra unificada. Los 138 relatos revelan sensaciones, impresiones, reflexiones y recuerdos de Moguer en la etapa infantil de Juan Ramón Jiménez.

La obra presenta una estructura circular y cerrada, pues comienza en primavera y termina en la misma estación del año siguiente. Durante este tiempo vemos cómo se desarrolla la vida del narrador y su compañero Platero, un burrito «pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos», hasta que finalmente muere.  En la obra de Juan Ramón Jiménez cobran un papel fundamental tanto la amistad de los protagonistas, como las descripciones poéticas, los escenarios y los diálogos. 

¿Qué podemos hacer con esta obra en el aula? En primer lugar, acudir al enorme material disperso en la red. Son muchas generaciones de lectores construyendo lecturas y formándose a través de Juan Ramón Jiménez. Las propuestas de otros docentes, las lecturas de otras personas, pueden ayudarnos a la hora de realizar un acercamiento fresco y novedoso a un texto que ya ha cumplido 101 años desde su publicación.

En mi opinión, debe ser el docente el que guíe la lectura. Si lo trabajamos en primaria, no podemos plantearnos la lectura integral del texto. Se podría trabajar a partir de los relatos que más se ajusten a cada nivel, para lo que tendríamos en cuenta, ante todo, la pertinencia de motivos y temas que brindará la lectura en clase. Si nos planteamos una lectura en secundaria o bachillerato, la cosa cambia. Aquí sí será preciso tener un contacto más profundo con la obra. En estos cursos pueden ser los mismos estudiantes quienes seleccionen el relato que desean trabajar. Esto tiene sus riesgos (como que cada alumno lea exclusivamente el relato que le corresponde), pero también sus ventajas: si hay 138 relatos, y tenemos un promedio de 28 estudiantes, nos aseguramos que tendrán un acercamiento bastante significativo a la obra.

La distribución del trabajo en el aula puede ser la siguiente: 1) Lectura conjunta de algunos relatos (por ejemplo: el 1, el 6, el 34, el 49, el 102, el 126 y el 138); 2) Asignación de relatos a trabajar, distintos a los que se han leído en el aula; 3) Exposición oral de los estudiantes.

Se trata de trabajar en paralelo a otras obras, ya que la forma de llevar a cabo esta propuesta precisa de más sesiones que la lectura individual con su correspondiente examen al término de un trimestre. No obstante, me parece más interesante a la hora de acceder al texto esta otra. Los clásicos, si dejan de ser leídos, corren el riesgo de desaparecer y Platero y yo, más a esas edades, corre el peligro de convertirse en meras apreciaciones extraídas de wikipedia. Para evitarlo, lo mejor es que se trabaje en el aula.  

Blanca Gallardo Fernández



FARIAS DÍAZ NORIEGA, Juan, Años difíciles (1982), Editorial Miñón, Valladolid.

Al escritor gallego Juan Farias Díaz Noriega, nacido en Serantes el 31 de marzo de 1935, le apasionaba la lectura desde pequeño. Hábito que sin duda alimentó, más tarde, su necesidad de escribir, de plasmar sus propias ideas y sentimientos. Vivió una infancia dura, marcada por la Guerra Civil Española. Se dedicó al oficio marinero durante un tiempo, pero, finalmente, pudo dedicarse profesionalmente al oficio de escritor.
 
 Podemos destacar dos etapas en su vida. En la primera, de 1959 a 1975, se dedicó a la literatura para adultos. En esta, podríamos hacer alusión a algunas de sus obras, en las que trata temas como el abuso de autoridad, la corrupción, los vicios, la pobreza o la marginación social: Puente de cáñamo (1962), Los niños numerados (1965), Gran Cabotaje (1968), La tripa de la ciudad (1970), El hombre pervertido (1975). La segunda etapa se desarrolla a partir de 1977, momento en el que Farias se encontraba satisfecho con su obra, pues había sido adscrita al realismo social. En esta etapa se dedica en especial a la literatura infantil y juvenil. «Cuando te curas, si aún te gusta escribir, escribes desde el alma. Y entonces, curiosamente, sin pretenderlo, haces literatura infantil, o juvenil, o como coño os guste llamar a lo que solo es literatura clara» (Bermejo,1995:17).


 En 1980 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Algunos niños, tres perros y más cosas, lo que le llevó a seguir escribiendo en este ámbito y a ser uno de los escritores más representativos de la literatura infantil y juvenil. Años difíciles, la obra que a continuación voy a comentar, fue incluida en 1984 en la Lista de Honor de IBBY, Organización Internacional para el Libro Juvenil. Años difíciles es el libro que da comienzo a su trilogía Crónicas de Media Tarde. En 2005 recibió el I Premio Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Ediciones S.M., uno de los mayores reconocimientos de la crítica internacional por el  conjunto de su obra. Además, ha escrito guiones para radio y televisión, textos con los que ha recibido premios como la Rosa de Oro y el Premio de la Crítica.

En Años difíciles se narra la historia de un pueblo, Media Tarde —«un pueblo pequeño y sin importancia» que «no suele aparecer en los mapas ni figura en las enciclopedias»—, al que llegó la guerra. Al comienzo del cuento, se describe al pueblo solidario y respetuoso con la naturaleza. Sin embargo, la guerra pondrá en tela de juicio los valores que caracterizaban a los habitantes de Media Tarde, pues a lo largo de la narración vemos cómo va dislocando las estructuras familiares y sociales.
 La guerra se va percibiendo cada vez más en Media Tarde, aunque no como en otros lugares donde todo quedaba destrozado. Aquí no había batallas, aunque sí llegaron en alguna ocasión soldados con tanques. Media Tarde se iba quedando sin jóvenes, ya que los hombres con más de dieciocho años y menos de cuarenta, debían presentarse a filas. No obstante, la guerra había llegado a Media Tarde y, de su mano, la tristeza y el temor acompañaban a cada habitante, inundando cada rincón. 

 El padre de Juan de Luna, el protagonista de este cuento, se esconde en el monte, junto con otro vecino del pueblo —Marcial—, para no ir a la guerra. Sin embargo, se jugaban la vida haciendo tal cosa, puesto que si les encontraban, les fusilarían. El tiempo pasaba y Juan de Luna seguía sin ver a su padre, aunque su madre tenía noticias suyas a diario. Se comunicaban con mensajes y señas a través de un espantapájaros, al que le dotaron de un lenguaje no verbal que solo ellos dos podían entender. 



Un día, lo temido llegó: los soldados encontraron al padre de Juan de Luna y a Marcial. Sus vidas se apagaron en ese preciso instante. Años más tarde, la guerra concluyó y sonaron las campanas «como a fiesta». Sin embargo, los habitantes de Media Tarde no querían celebrar nada.
 
Considero que esta obra es una lectura idónea para trabajar en el aula (tercer ciclo de primaria, primer ciclo de secundaria). El tiempo narrativo está definido por su correlato histórico y se presenta así como una aproximación a uno de los momentos más trágicos de España. Un primer acercamiento, en mi opinión, debería ser totalmente ingenuo. No plantearía actividades de prelectura destinadas a comprender el momento histórico, el contexto, los bandos,… El vocabulario es accesible antes incluso de los doce años, que propone la editorial Miñón. El correlato implícito es el que nos obliga, tal vez, a presentar la obra a partir de dicha edad. 

Es una obra que puede ser leída colectivamente en dos sesiones. Los alumnos también deben leerla de forma individual. Una tercera sesión podría estar encaminada a la reflexión conjunta. Por otro lado, los temas que mejor pueden funcionar en el aula serán aquellos que detecten los estudiantes en la lectura conjunta. A partir de esos temas, podemos vertebrar el debate posterior a la lectura individual, lanzándoles también algún reto que les empuje a nuevas lecturas, a nuevas visiones.

El lenguaje no verbal, presentado a través del elemento simbólico del espantapájaros, nos puede facilitar formas de trabajo originales y novedosas. Sin instrumentalizar la lectura, esto es, con posterioridad al trabajo del texto, podemos invitar a los estudiantes a generar formas de comunicación no verbal a partir de la propuesta de Farias.

Trabajar conjuntamente con la asignatura de Ciencias Sociales, a la hora de abordar el conflicto de la Guerra Civil, nos permitirá desplegar la lectura en cuantas actividades se nos ocurran. Incluso existe la posibilidad de sugerir a nuestros estudiantes que pregunten en casa por esos «años difíciles» de nuestro país o de otros países, teniendo en cuenta al gran número de estudiantes de diversa procedencia, con el fin de elaborar su propia versión de la obra.