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martes, 13 de enero de 2015

El Polizón del Ulises (Laura Almodóvar)

El Polizón del Ulises, obra de la recientemente fallecida Ana María Matute, quien desde su primera infancia ya se dedicaba a escribir y a ilustrar sus propios cuentos, es una obra clave de la LIJ, Premio Lazarillo en 1965 y publicada por primera vez en la colección Grandes Autores de la editorial Lumen.

Desde un primer momento, la autora expone cómo contará la historia de un niño que, simplemente, creció. Así es, aparentemente, si nos dejáramos llevar por esta primera toma de contacto con el protagonista, probablemente tomaríamos la determinación de abandonar el libro, ya que la trama no tiene pinta de ser muy interesante: el día a día de un niño cualquiera, todos hemos pasado por esto ¿no?
Siento decir que llegar a este pensamiento es una total equivocación. Jujú, el protagonista de este libro, no sólo lleva tras de sí una gran historia cargada de fantasía, travesías marítimas, hallazgos inesperados y viajes interminables surcando mares imaginarios junto a sus compañeros de viaje, sino que, por el simple hecho de ser tal cual es, provoca en el lector cierta cercanía y ternura. Se trata de una obra de progreso, del paso de la niñez a la adolescencia y de las inquietudes que el propio protagonista comparte con nosotros.

A Jujú le conocemos desde sus primeros días de vida, ya que la historia comienza en el momento en el que es abandonado dentro de una cesta en la puerta de la casa de tres señoras hermanas. El hallazgo provocará un vuelco en la vida de éstas, acostumbradas a vivir para sí mismas, sin niños a los que criar ni maridos con los que compartir la vida. Sin pensárselo dos veces, le acogerán y le propiciarán una vida totalmente feliz, llena de regalos y cariño y del mismo modo, le enseñarán a cómo llegar a ser un hombre culto y preparado en las labores de labranza.

En ningún momento tenemos constancia de la localización de la finca o el pueblo, ni de la fecha en la que se desarrollan los acontecimientos, aunque sabemos que se trata del s.XX. ya que, por ejemplo, esto lo comprobamos en el diario del pequeño Jujú, diario que, al fin y al cabo, viene a ser el diario de a bordo de su lugar de recreo: el barco del Ulises.

En éste lugar, tendrán cabida la gran mayoría de los acontecimientos y aventuras de nuestro protagonista. Quién, a raíz de pasar las horas muertas en el desván de la casa, llamado el Ulises, descubre un apartado secreto que conduce a un pasadizo que se comunica con el huerto de la finca.
Este será su valor más preciado, su barco, su Ulises. Allí, el poder de la propia imaginación del niño explorará los lugares más insólitos que uno pueda figurarse. Las horas se le pasan sentado en su sillón de Capitán, leyendo, devorando libros y alimentándose de cada historia que estos le muestran.

Pienso que esta imaginación tan embaucadora y su gran afán por leer provocan en los jóvenes lectores, cierto interés por los libros y por recrearse con ellos.  Del mismo modo, estos deben verse reflejados en Jujú, porque al fin y al cabo, tienen el mismo ímpetu por aprender, por tener nuevas experiencias, por llevar la contra a sus superiores, y por otro lado, también necesitan equivocarse, llevarse decepciones, como le ocurre a Jujú con el Fugitivo, pero siempre volver a levantarse.

Es en esta parte donde me gustaría profundizar para finalizar. En el libro, otro de los valores clave, aparte de la imaginación, es la amistad. Esa amistad pura propiciada por la confianza que desprende Jujú hacia sus animales y sobre todo, hacia el Fugitivo, en quien confía plenamente a pesar de que finalmente termine engañándole. En este punto tiene lugar el paso de la niñez a la adolescencia del protagonista. Incluso la autora lo hace ver de forma sutil al marcar que “sus tías le compran ropa nueva porque Jujú ha crecido”. Pienso que es aquí donde los jóvenes también podrían sacar un buen partido de la enseñanza del libro. La adolescencia es una etapa difícil, se producen muchos cambios, y la propia persona es consciente de ello. No sólo físicamente, si no también intelectualmente. Se tiende a necesitar estar con los amigos, reflexionar con ellos y muchas veces, aquellas personas a las que se les consideraba amigos dejan de serlo sin más.

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