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viernes, 23 de enero de 2015


DOCAMPO, Xabier P. (1996): Cuando de noche llaman a la puerta, Madrid, Anaya, 90 p.

Cuando de noche llaman a la puerta… es mejor no abrir. Esta podría ser la moraleja que comparten los cuatro cuentos que componen esta obra. En los que el suspenso y el misterio reinan desde la primera hasta la última página.

Xabier P. DoCampo (Rábade, 1946) es autor de literatura infantil y juvenil, director de guiones de radio, vídeo y televisión. También, es integrante de la Nova Escola Galega e imparte cursos a maestros sobre animación a la lectura y didáctica de la lengua. Sus obras escritas en gallego han sido traducidas al castellano, catalán y euskera; entre otras, destacan Cuatro cartas, El misterio de las campanadas, El pazo vacío y Cuando de noche llaman a la puerta. Esta última obra, aquí reseñada, ha sido galardonada con el Premio Rañolas, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 1995, y la inclusión en la Lista de Honor de IBBY de 1996. Hay que mencionar que la traducción al castellano ha sido llevada a cabo por Rafael Chacón Calva y las ilustraciones son obra de Xosé Cobas.

Se puede decir que Cuando de noche llaman a la puerta forma parte del canon de Literatura Infantil y Juvenil del siglo XX. Los cuatro cuentos que integran la obra tienen narradores diferentes y estructuras variadas, pero tienen como elementos comunes rasgos que escenifican la tradición oral: se transmiten de boca a oreja a la luz de la lumbre, con la noche como testigo y como escenario, en estos casos, algún pueblo de Galicia. En los tres primeros, todo lo contado transcurre en un tiempo remoto cuando la gente viajaba a caballo y solía perderse y con suerte encontraba alguna casa donde pasar la noche; cuando lo sobrenatural, el misterio y la muerte formaban parte de la realidad. En el sentido espacial es donde el cuarto cuento presenta un cambio consustancial, ya que es el único que se ubica en una ciudad contemporánea, por lo demás presenta los mismos ingredientes.

El primer cuento, «El espejo del viajero», está narrado en 1º persona, aquí el narrador es el protagonista. Es la historia de un hombre que montado en su caballo regresaba a casa después de siete años, pero debido al temporal no puede seguir su camino y decide seguir la luz de una casita que vislumbra a lo lejos. La sigue y llega a la casa de un herrero, lo extraño es que descubre que se parecen mucho, sólo que el herrero tiene el ojo izquierdo sin párpado. La primera noche de hospedaje se pasan bebiendo vino y muy borrachos se pelean. En consecuencia, el viajero es herido con el atizador al rojo vivo en el ojo izquierdo.

Luego de varios días de convalecencia el viajero se despierta con la cara vendada, a pesar de los cuidados que le dispensa el herrero se siente incómodo, prisionero hasta el punto de pensar que el herrero lo hizo a propósito. Después de buscar en vano un espejo por toda la casa, finalmente, logró ver su cara, y al contemplar su rostro completamente idéntico al del herrero, su odio creció. Entonces tomó la determinación de matarlo. Y así lo hizo, pero cuando se disponía a marcharse no pudo hacerlo porque en ese momento llegaron la esposa y el hijo del herrero. Los recién llegados al igual que otro cliente no se dieron cuenta del cambio. Y el viajero sin darse cuenta suplantó la identidad del herrero. Cometió un crimen y tuvo su condena: vivir la vida que le había quitado al herrero.

El segundo cuento, «El Hornadas», presenta una estructura narrativa más compleja: tres personajes distintos narran en 1º persona. Así, esta historia se introduce a través de la técnica del encuadre. Un hijo le pregunta a su padre mientras van de camino de Castro de Rei a Roás sobre el ‹asunto del Hornadas› que piensa escribir. El padre le cuenta que en Xermar vivía una vieja muy mala, pero no una bruja con poderes sino una vieja malísima con lengua de víbora y malas intenciones. Tan mala era que los vecinos decidieron darle un escarmiento y una noche fueron a darle una paliza. Se ensañaron tanto que al final la mataron. Pero antes de morir la vieja miró a Teixo, quien dio el golpe mortal, y le juró venganza. Decidieron deshacerse del cuerpo quemándolo en un horno abandonado de Escanavada. Pero la vieja a mitad de la incineración se levantó y juró vengarse, por segunda vez, de Teixo. La dejaron ahí y se fueron muy asustados.

Después de unos días, investigaron la muerte de la vieja y Teixo cumplió una condena de dos años en prisión y cuando regresó al pueblo lo llamaban el Hornadas. El desenlace de la historia lo cuenta el mismo Teixo a través del testimonio directo del padre. Y se cuenta que un día que se encontraron, el pobre Teixo le pidió al padre del narrador que lo matara porque desde que volvió de la cárcel la vieja se le aparecía y le comía algún órgano: un día el riñón; otro, el páncreas; otro, el hígado, hasta dejarlo vacío. No se volvió a saber de Teixo, hasta que unos días después lo encontraron muerto de un golpe en la cabeza. El médico que hizo la autopsia no quiso revelar que estaba completamente vacío por miedo a que lo tomaran por loco o incompetente.

El tercer cuento, «Loba», presenta una estructura similar a la del cuento anterior. En este caso, la historia es contada por una anciana que da hospedaje al padre del narrador. Todo ocurrió en Ponte de Aranga. Una noche llegó un joven llamado Silvestre a pedir hospedaje a una casita de labranza donde vivía la joven Isaura con su familia. Este joven de malas costumbres solía seducir a las mujeres que conocía, le gustaba salir de caza y no le gustaba nada trabajar. Como era de esperarse sedujo a Isaura y la dejó en estado de buena esperanza. Sin embargo, las esperanzas de Isaura se esfumaron un buen día, y su tristeza aumentó cuando se enteró de que Silvestre se casaría con Luciana, una joven de otro pueblo.

La pobre Isaura se marchitó pero llegó a reunir fuerzas para asistir a la boda, y allí esperó hasta encontrarse con Silvestre para jurarle que él le pagaría el hijo que le debía. Después de esto la encontraron ahorcada en un bosque de castaños. Y como no la enterraron en camposanto, los lobos profanaron su tumba.

Después de un tiempo, Silvestre tuvo un hijo, pero seguía con sus malas costumbres. Dedicaba sus días a salir de caza, sobre todo, estaba empeñado en dar muerte a una manada de lobos que tenía a todo el pueblo aterrorizado. Lo peculiar era que esta manada estaba liderada por una loba de ojos rojos, que no se dejaba atrapar, y que misteriosamente tenía fijación en rondar la casa de Silvestre. Hasta que un día logró colarse en la casa y se llevó al bebé de Luciana. Silvestre rastreó a la loba hasta su escondite, y sin saber que ésta tenía a su hijo, decidió quemar el escondite con la loba dentro.

El cuarto cuento, «El cumplemuertes», está contado en 3º persona por un narrador omnisciente. Este cuento presenta variantes con respecto a los cuentos anteriores, además de un cambio en la estructura narrativa, también hay un cambio en el tiempo y espacio de la narración: todo transcurre en una ciudad contemporánea. Se puede decir que en este cuento prima la inmediatez, y en consecuencia aquí la moraleja trasciende del género narrativo al filosófico.

La historia trata de un hombre que desde hace unos dos años recibe una carta de felicitación para el aniversario de su futura muerte. En un principio se inquieta pero luego lo deja pasar como si fuera una broma. Pero a medida que se acerca la fecha del aniversario de su cumplemuerte intenta de todo para evitar morirse. Como no se le ocurre cómo detener el tiempo, decide cambiar de estilo de vida: hacer sólo lo que tiene ganas de hacer. Así, deja el trabajo, su casa y se dedica a vivir en pensiones y a dar largos paseos sin rumbo fijo.

Sin embargo, las felicitaciones de cumplemuerte seguían llegándole en tiempo y forma. Así que se resignó a esperar a la muerte. Como al día siguiente era su aniversario, pagó la habitación por adelantado para tener donde morir. Mientras daba su paseo habitual se dio cuenta de que no tenía por qué pasar la noche en esa pensión y se buscó otra. Una vez en la nueva pensión también se dio cuenta que no era un buen pasatiempo dejar pasar el tiempo, así que salió otra vez a dejarse morir donde la muerte lo encontrase. Y esa noche, sin darse cuenta se encontró con la muerte. Pero no murió. Porque a diferencia del resto de personas, él había cambiado su vida de tal forma que se había convertido en el creador de su destino.

Se puede ver que el tema común de los cuatro cuentos es la muerte. Sin embargo, en el cuarto se plantea una visión distinta: el hombre gracias a su libre albedrío es dueño de su destino, frente a las otras situaciones donde la muerte arrasa sin preguntar.

En estos cuentos la estructura narrativa plantea un juego de misterios, intrigas, expectación, incluso terror, que atrapan al lector hasta el desenlace final. Esta obra puede proponerse para el primer o segundo curso de la ESO. Las variadas técnicas narrativas que se exponen permiten que el neolector se entrene en el hábito de la lectura al mismo tiempo que la disfruta. Asimismo, la elección del vocabulario, rico y variado, permite que se trabaje la ampliación del léxico de los jóvenes. Por último, hay que destacar que las imágenes están trabajadas desde una perspectiva cinematográfica que contribuyen a la calidad artística del texto, y permiten a su vez su representación o dramatización.

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