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jueves, 8 de enero de 2015

Jacinto Benavente - El príncipe que todo lo aprendió en los libros (Laura Aguilar Peñalver)

Jacinto Benavente (Madrid 1866- íd. 1957) fue un escritor conocido por ser el creador de la nueva comedia, caracterizada por un realismo en los diálogos y en los ambientes y por una crítica moderada contra las costumbres y convicciones de la burguesía española. El éxito le llegará a comienzos del siglo XX, especialmente con Los intereses creados (1907), considerada su obra maestra.
            En El príncipe que todo lo aprendió en los libros (1909) Benavente introduce principios educativos en escenarios fantásticos e infantiles. En esta obra el protagonista es un joven príncipe cuya única formación es la que ha sacado de los libros. En el momento en el que se enfrenta por primera vez al mundo real vemos cómo nada es como había visto en sus libros, lo que le llevará a vivir ciertos contratiempos.
            Los personajes junto a los que el Príncipe Azul emprende su viaje, el Preceptor y Tonino, su bufón, representan mundos totalmente diferentes, ya que el primero simboliza el conocimiento por la ciencia y el segundo es un criado pícaro cuyo principal interés es el de alimentarse y salvar la vida. Son los enviados por los Reyes para acompañar a su hijo a conocer el mundo para su futuro reinado. En una primera lectura, o desde el punto de vista del lector infantil, estos dos personajes son simplemente los acompañantes del Príncipe; no obstante, el lector juvenil ya puede ver que el Preceptor y Tonino representan dos actitudes o personalidades: la búsqueda del conocimiento y la supervivencia en el mundo real. Además de esto, son personajes tipo o arquetípicos recurrentes en la literatura universal que nos pueden servir para presentarles a otros similares, como por ejemplo el bufón en las obras de Shakespeare, o incluso en el mismo Benavente, Crispín de Los intereses creados.
            El reconocimiento de los personajes arquetípicos es una cuestión importante en la formación del lector literario en general, y en esta obra en particular. Si veíamos que los dos personajes secundarios citados son una buena muestra de ello, el protagonista, el Príncipe Azul, es todavía más arquetípico: representa la figura de Don Quijote de La Mancha. Es posible que en una lectura rápida o superficial no nos demos cuenta, pero el Príncipe se caracteriza con los mismos rasgos que el personaje más famoso de Cervantes: la fuente de toda su formación son los libros – de caballerías en Don Quijote y de hadas en nuestro joven príncipe -, sale al mundo real pensando que se va a encontrar lo mismo que en la literatura, y va encontrando por el camino a gente que le hace chocar de frente con la realidad.
            En el caso de la obra de Benavente el final es feliz, pues el protagonista acaba comprometiéndose con la princesa buena y se hace justicia. La escena última, donde los Reyes se reúnen con su hijo, contiene la moraleja del libro: la literatura y la imaginación son fundamentales, pero no debe olvidarse que la realidad no es exactamente igual. Esta cuestión puede utilizarse en el aula de 2º de ESO, por ejemplo, como introducción al Quijote, que se vería en 3º. Probablemente ya conocerían el nombre de Don Quijote de alguna lectura de Primaria, pero gracias a esta obra sabrían reconocer las características del personaje, o qué significa que algo sea quijotesco.
A su vez, esta obra puede ser usada en el currículum de Secundaria – e incluso previamente en Primaria – para que los alumnos conozcan a un autor clásico de nuestra literatura, Jacinto Benavente, sin tener que leer una obra más compleja como podría ser la ya citada Los intereses creados. Por ejemplo, y siguiendo con lo propuesto anteriormente, podríamos trabajar esta obra en 2º de ESO para introducir a los alumnos en la lectura de obras teatrales, e incluso podríamos proponer una representación por parte de los alumnos para trabajar la expresión verbal y no verbal, la dicción y la exposición frente al público.
La lectura de esta obra pueden realizarla los alumnos individualmente en sus casas, pero sería buena idea hacer lectura colectiva en voz alta en la clase. La lectura puede realizarla el profesor o bien los alumnos repartiéndose los diferentes papeles que aparecen. Quizá esta segunda opción llevaría más tiempo, pero es preferible porque pueden mejorar su nivel de dicción y de lectura en voz alta.

En definitiva, El príncipe que todo lo aprendió en los libros es una magnífica opción para trabajar en el aula de Secundaria, ya que a través de una obra no muy extensa, dinámica y divertida, podemos trabajar numerosos aspectos con nuestros alumnos al mismo tiempo que leen a un autor consagrado de nuestra literatura.

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