Jacinto
Benavente (Madrid 1866- íd. 1957) fue un escritor conocido por ser el creador
de la nueva comedia, caracterizada
por un realismo en los diálogos y en los ambientes y por una crítica moderada
contra las costumbres y convicciones de la burguesía española. El éxito le
llegará a comienzos del siglo XX, especialmente con Los intereses creados (1907), considerada su obra maestra.
En El príncipe que todo lo aprendió en los libros (1909) Benavente
introduce principios educativos en escenarios fantásticos e infantiles. En esta
obra el protagonista es un joven príncipe cuya única formación es la que ha
sacado de los libros. En el momento en el que se enfrenta por primera vez al
mundo real vemos cómo nada es como había visto en sus libros, lo que le llevará
a vivir ciertos contratiempos.
Los personajes junto a los que el
Príncipe Azul emprende su viaje, el Preceptor y Tonino, su bufón, representan
mundos totalmente diferentes, ya que el primero simboliza el conocimiento por
la ciencia y el segundo es un criado pícaro cuyo principal interés es el de
alimentarse y salvar la vida. Son los enviados por los Reyes para acompañar a
su hijo a conocer el mundo para su futuro reinado. En una primera lectura, o
desde el punto de vista del lector infantil, estos dos personajes son
simplemente los acompañantes del Príncipe; no obstante, el lector juvenil ya
puede ver que el Preceptor y Tonino representan dos actitudes o personalidades:
la búsqueda del conocimiento y la supervivencia en el mundo real. Además de
esto, son personajes tipo o arquetípicos recurrentes en la literatura universal
que nos pueden servir para presentarles a otros similares, como por ejemplo el
bufón en las obras de Shakespeare, o incluso en el mismo Benavente, Crispín de Los intereses creados.
El reconocimiento de los personajes
arquetípicos es una cuestión importante en la formación del lector literario en
general, y en esta obra en particular. Si veíamos que los dos personajes
secundarios citados son una buena muestra de ello, el protagonista, el Príncipe
Azul, es todavía más arquetípico: representa la figura de Don Quijote de La
Mancha. Es posible que en una lectura rápida o superficial no nos demos cuenta,
pero el Príncipe se caracteriza con los mismos rasgos que el personaje más
famoso de Cervantes: la fuente de toda su formación son los libros – de
caballerías en Don Quijote y de hadas en nuestro joven príncipe -, sale al
mundo real pensando que se va a encontrar lo mismo que en la literatura, y va encontrando
por el camino a gente que le hace chocar de frente con la realidad.
En el caso de la obra de Benavente
el final es feliz, pues el protagonista acaba comprometiéndose con la princesa
buena y se hace justicia. La escena última, donde los Reyes se reúnen con su
hijo, contiene la moraleja del libro: la literatura y la imaginación son
fundamentales, pero no debe olvidarse que la realidad no es exactamente igual. Esta
cuestión puede utilizarse en el aula de 2º de ESO, por ejemplo, como
introducción al Quijote, que se vería
en 3º. Probablemente ya conocerían el nombre de Don Quijote de alguna lectura
de Primaria, pero gracias a esta obra sabrían reconocer las características del
personaje, o qué significa que algo sea quijotesco.
A su vez, esta obra puede ser usada en el
currículum de Secundaria – e incluso previamente en Primaria – para que los
alumnos conozcan a un autor clásico de nuestra literatura, Jacinto Benavente,
sin tener que leer una obra más compleja como podría ser la ya citada Los intereses creados. Por ejemplo, y
siguiendo con lo propuesto anteriormente, podríamos trabajar esta obra en 2º de
ESO para introducir a los alumnos en la lectura de obras teatrales, e incluso
podríamos proponer una representación por parte de los alumnos para trabajar la
expresión verbal y no verbal, la dicción y la exposición frente al público.
La lectura de esta obra pueden realizarla los
alumnos individualmente en sus casas, pero sería buena idea hacer lectura
colectiva en voz alta en la clase. La lectura puede realizarla el profesor o
bien los alumnos repartiéndose los diferentes papeles que aparecen. Quizá esta
segunda opción llevaría más tiempo, pero es preferible porque pueden mejorar su
nivel de dicción y de lectura en voz alta.
En definitiva, El príncipe que todo lo aprendió en los libros es una magnífica
opción para trabajar en el aula de Secundaria, ya que a través de una obra no
muy extensa, dinámica y divertida, podemos trabajar numerosos aspectos con
nuestros alumnos al mismo tiempo que leen a un autor consagrado de nuestra
literatura.
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